clarividencia, en cambio, trae el futuro hacia el presente. Hace ocurrir ahora
lo que todavía no es.
Por eso la literatura clarividente no es realista. Se basa —como toda
literatura— en lo real; pero lo torsiona, lo desarma y lo delira hasta
convertirlo en algo distinto, que todavía no es. Su método es la
alucinación, y su resultado es el asombro.
La literatura argentina ha dado grandes clarividentes. Nombremos tres:
Sarmiento, Arlt, Fogwill.
Sarmiento
Un visionario, dicen. Sobre todo: un visionario, dice él.
La clarividencia de Sarmiento trae un problema metodológico. Da la
casualidad de que él, Sarmiento, autor del Facundo, cronista del Ejército
Grande, pluma afilada y lengua de plata; él, Sarmiento, enemigo de
Rosas, amigo de sí mismo, mitómano risible, enamorado de Europa; él,
Sarmiento, racista decimonónico, mejor escritor en español de su siglo —
y quizás esa distinción le queda corta—; él, Sarmiento, da la casualidad,
fue también presidente de la República Argentina.
Salgamos entonces de Argentina, y vayamos a un lugar donde su
influencia material haya sido menos notable. Entre 1845 y 1848,
Sarmiento hizo un largo viaje que lo llevó por África, Europa y Estados
Unidos. Lo hizo