. Por otra parte, no obstante, también cabe interrogar la
configuración de estos espacios académico-culturales y la forma en que
se erigen en medios de validación social de manifestaciones artísticas, un
poco a la manera en que las grandes revistas de moda se arrogan ser los
espacios de validación de tendencias de vestimenta
.
Las ideas que aquí se exponen funcionan como una continuación de las
expuestas en un artículo anterior, “Las dificultades de tramitar una visa
habitando el país de las hadas”. No recapitularé aquí todas las ideas allí
(desordenadamente) expuestas, pero sí retomaré una de ellas: el lugar
eternamente postergado de la fantasía como objeto de estudio
académico y la consecuente norma consuetudinaria de que si se
pretende reflexionar sobre una obra de fantasía, se hará casi siempre
dedicando un tiempo infinito a explicar por qué, y a justificar que tal obra
o tal otra merece estudio a pesar de su pertenencia genérica, como si
hiciera falta alguna clase de pedido de disculpas. Bien, creo que, ante
todo, frente a esto, se impone la necesidad de invertir esa pregunta: ¿por
qué lectores altamente capacitades, con una profusa carrera de
investigación literaria y observaciones brillantes sobre sus campos,
profieren las excusas más baladíes (si no lisa y llanamente tontas) para
justificar la supuesta irrelevancia de siquiera leer a título informativo
Y no debiera ser ninguna sorpresa que los movimientos de ultraderecha fascista en
alza hoy en día sean los primeros en enarbolar la desacademización de las
humanidades, su reemplazo por herramientas de propaganda y por formas de
producción crecientemente deshumanizadas.
Que no es sino una forma un poco rebuscada de decir que la academia también es la
usina de generación de las grandes modas culturales, aquello que queda bien decir en
la pulida sociedad que estás leyendo, viendo o escuchando. Y por ende, también, qué es
lo que no. Volveremos más adelante sobre esto.