relieve que los materiales históricos y literarios están histórica pero no 
definitivamente determinados.  
Recapitulemos.  Para  Genette,  las  reescrituras  posmodernistas  se 
inscriben  en  una historia  dialéctica  de  la  literatura, gobernada  por  las 
fuerzas  del  rechazo  y  la  recuperación  de  los  géneros  o  de  los  tipos 
estilísticos del pasado. Jameson, por su parte, piensa estas reescrituras, 
en  el  mejor  de  los  casos,  como  evocaciones  nostálgicas,  y  en  el  peor, 
como déjà vu y retorno de lo reprimido. Por último, Hutcheon afirma la 
distancia crítica y enfatiza el carácter manifiesto de la intertextualidad de 
la ficción posmoderna. Estudiar el posmodernismo desde una posición 
consustancial  a  la  lógica  posmoderna  le  permite  a  Hutcheon  leer  la 
incorporación  de  personajes  históricos  en  Ragtime  no  como  un 
procedimiento  nominalista  que  los  cosifica  ni  como  la  representación 
“genuina” de personajes pertenecientes a la historia empírica sino como 
interrogación  de elementos  textuales  previos,  como  “intertextos  de la 
historia” (p. Hutcheon, p. 242), como entidades discursivas sujetas a las 
manipulaciones de la lógica intertextual. En este sentido, por medio de la 
parodia o de la ironía, la metaficción historiográfica es sustancialmente 
intertextual. Pero la intertextualidad no es lo mismo que la reescritura. 
Ragtime,  una  novela  plagada  de  relaciones  intertextuales,  no  funciona 
como reescritura porque no recupera masiva ni declaradamente ningún 
tipo estilístico ni formación discursiva previos; Los cautivos, que recupera 
paródicamente  la  voz  del  narrador  de  El  matadero,  aunque  esta 
propuesta hipertextual no se extienda en toda la novela, constituye un 
caso evidente de reescritura. La metaficción historiográfica de Doctorow 
no funciona como pastiche de ninguna formación discursiva previa; en 
cambio, Kohan reescribe en su novela, desde una distancia irónica, una