Tareas, posicionamientos y miradas posibles para los arqueólogos de medios
Tareas, posicionamientos y miradas posibles para los arqueólogos de medios
Como se indica al final del texto, el manifiesto que se presenta a continuación es producto de un heterogéneo grupo de artistas, investigadores, docentes y teóricos cuyos trabajos giran alrededor de los medios y la tecnología digital. Como también se indica al final, el manifiesto es la forma (¿acabada?) de una idea surgida en junio de 2017 a partir de una performance de Emmanuel Guez en Cerisy-la-Salle, Francia, y reelaborada en varias ocasiones. La versión original francesa puede encontrarse en https://writingmachines.org/, sitio dirigido por el propio Guez en el que además abundan otros escritos teóricos y proyectos artísticos relacionados al nómade campo de la arqueología de medios.
Emmanuel Guez es un artista, escritor y filósofo especializado en arqueología de medios. Es Director General de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Orleans y Director de Programa en el Colegio Internacional de Filosofía en París. Desde 2013 es también cofundador y codirector del PAMAL, Laboratorio de Arqueología de Medios y Preservación y Arte que funciona en la Escuela Superior de Arte de Aviñón. Como declara en su sitio web, su obra se ocupa de construir una reflexión crítica acerca de “los efectos de los medios técnicos y de las máquinas digitales sobre la escritura —poética y teórica—, la imagen, el autor, el archivo y sobre el propio mundo del arte”. De entre el extenso recorrido del artista interesa rescatar dos instancias que resaltan su empeño por introducir en las letras y el arte franceses pensadores de notable importancia para la arqueología de medios. Así, Guez es autor tanto del prefacio a la traducción al francés de What is Media Archaeology? (2012), de Jussi Parikka —entrevistado por Luthor para el número 38—, como del posfacio a la traducción de Gramophone, Film, Typewritter (1999), de Friedrich Kittler. Este posfacio cuenta con un “lado B” digital; un hipertexto que reúne imágenes, sonidos y textos que funcionan como comentario a Kittler y pueden ser consultados aquí.
El manifiesto congrega una serie de tópicos usuales en la arqueología de medios a la vez que los reescribe con singulares giros y cuantiosos juegos de palabras y se los apropia en forma de reivindicaciones explícitas. Haciendo honor a la índole programática del género, indica tareas de acción inmediata y evita ambigüedades en torno a posicionamientos políticos. Lejos de una arqueología de medios radical, pero sin nunca despreciar la materialidad y las determinaciones que conlleva, abre múltiples líneas en las que las intervenciones artísticas ocupan un lugar nodal para nutrir los análisis sobre los nuevos medios así como las intervenciones sobre ellos. La traducción al español que aquí se ofrece —basada en el texto francés y apoyada, en ocasiones, en la traducción al inglés de Henry Carmines y Lindsey Wainwright— pretende ser fiel tanto a la postura de los autores como al estilo de escritura colectivo que caracteriza al manifiesto.
Nosotros, los arqueólogos de medios, tenemos un método para descender a las profundidades, al núcleo, incluso al doble núcleo, de los medios. Los teóricos de medios, en general, presuponen que los medios se definen por sus efectos. Efectos sobre el sensorio o la jerarquía de los sentidos, antes de todo. Así, ya en McLuhan todo podía ser un medio.
Nosotros, arqueólogos de medios, presuponemos lo mismo, pero con un matiz: los efectos sobre el sensorio (y sobre el lenguaje) vienen de los aparatos mediales. Así, los ubicamos al comienzo y al comando (archè) de nuestro medioambiente cultural. Ellos determinan el pensamiento y la escritura. Pero de una forma no lineal: en una medioarquía, los efectos son también las causas (formales y materiales).
Nosotros, arqueólogos de medios, buscamos analizar y medir los efectos de los medios digitales sobre la escritura, el sensorio y el pensamiento. Para hacer esto, debemos ir al núcleo para obtener eso que, en el medio, gobierna. El comienzo —eso que está primero— y el principio son la condición de las condiciones del medio. En el comienzo del comando situamos la recursión. La recursividad de las condiciones de medialidad es el bucle extraño que gobierna los medios, a contrapelo, en el núcleo de su núcleo.
Nosotros, arqueólogos de medios, nos encontramos confrontados con tres tareas.
Nosotros, arqueólogos de medios, artistas, investigadores, diseñadores, teóricos, escritores, docentes y conservadores-restauradores —o paleontólogos de los medios— operamos descensos subterráneos a las capas materiales de los medios, especialmente a las más bajas y escondidas, llevando a la luz las estrategias industriales, económicas, logísticas, geopolíticas e ideológicas en juego. Los estratos de este apilamiento gobiernan la verticalidad de lo digital —en las capas de nuestros aparatos así como en los múltiples niveles del Stack. Ni estos estratos ni nuestro propio mundo son llanos, sino hechos de pliegues dinámicos y resurgencias metamórficas. Estas infraestructuras son nuestras intra-estructuras —desafiando toda separación clara entre un afuera y un adentro. Nuestros medios son nuestros entornos. Nuestras supuestas inter-acciones son intra-acciones de este Stack: nuestra tarea primera es reorientarnos aquí. Llamemos a esta tarea: repolitización. Esta se efectúa por medio del arte.
Nosotros, arqueólogos de medios, partimos también a la búsqueda de una poética de las máquinas, cuya primera etapa se nos presenta como una poética del algoritmo (generador, bot, escritura colaborativa) y una poética del hardware, ambas escritas con una voz cruzada, humanos-máquinas. Nosotros escuchamos el sonido de los bots —en busca de ruido. Llamemos a esta tarea: repoetización. Que es una repoetización de lenguajes, códigos, comandos, materiales, entornos.
Nosotros, arqueólogos de medios, cargamos finalmente con una última tarea, aquella de descifrar y desencriptar el relato de los medios muertos e inmortales. Comprender el secreto de la generación de los medios, de su nacimiento, de su contagio, de su vida y de su muerte. Esta tarea es nuestra tarea principal. La historia, al presuponer la escritura y, por lo tanto, los medios, no puede ser la manera de elaborar este relato. Porque son los medios los que preceden a la escritura y no al contrario. Es por eso que nosotros somos arqueólogos y no historiadores. Nosotros partimos a la escucha de estos medios, cuya voz no es semejante a la nuestra. Nuestro objetivo es aprehender el dónde desde el que nosotros mismos, humanos, hablamos y escribimos. Nuestro objetivo es tomar contacto con la consciencia de las máquinas mediales. Nosotros buscamos aproximarnos al misterio de los códigos [1], dado que, hoy en día, todo es código —dioses y demonios incluidos. Llamemos a esta tarea: desciframiento.
Nosotros, arqueólogos de medios, ponemos a los artistas de la interfaz de cara a sus contradicciones. Estos artistas piensan que crean al utilizar software preinstalado, cuando los verdaderos creadores son aquellos que han creado esos softwares, el sistema operativo y el microprocesador. Los artistas de la interfaz, cuyas producciones son a menudo espectaculares y movilizadas por un sentido de seriedad, son como peces que en una pecera se creen libres. Al menos, nosotros, los arqueólogos de medios, sabemos que nuestra libertad se reduce a conocer nuestras determinaciones mediales.
Nosotros, arqueólogos de medios, abrimos las máquinas y realizamos nuestras operaciones a doble corazón abierto [2]. A los domadores de código preferimos los excavadores de lo digital, y a ellos preferimos los inyectadores de algoritmos. Nuestro camino va desde los lenguajes de alto nivel hasta las operaciones de código máquina que los subyacen. Este camino es cada vez más difícil a causa de los dispositivos de bloqueo implementados por la industria. Nosotros actuamos en todos los aspectos para levantar estos puntos de control.
Nosotros, arqueólogos de medios, nos apropiamos del pasado por medio del futuro para extraer el presente de la disnovation [3] y para liberar al porvenir de los cortocircuitos de la transmisión en directo. Atentos al tiempo profundo, nosotros nos apropiamos del presente curando el pasado, frustrando el discurso dominante de la high-tech. A contrapelo de una obsolescencia más calculada que programada y de la ideología de lo nuevo, nosotros exploramos las materialidades de las máquinas reciclando las antiguas para interrogar a las nuevas. Nosotros invertimos la ley del consumismo. Moore is less. Glitch is bliss. Los aparatos modulares de ayer saben más que las últimas cajas negras protegidas con contraseñas. (S)Low Tech. Las recursiones de la medioarquía loopean alrededor de un núcleo de núcleos, que debe permanecer abierto. Su nombre es: microprocesador, base concreta sobre la cual se elevan todas las superestructuras simbólicas.
Nosotros, arqueólogos de medios, sabemos que los medios nos permiten “plegar el tiempo, el espacio y las agentividades”. Nosotros experimentamos sin remordimientos con las propiedades inéditas de la aceleración. Nosotros desconfiamos del tiempo real. Nosotros sabemos que el tiempo muerto es el asesino del control.
Nosotros, arqueólogos de medios, sabemos que toda medialización suscita el horizonte de un mediumnismo. Los medios hacen hablar a los muertos. Los medios muertos continúan hablándoles a los vivos. Nosotros no tenemos miedo de este mediumnismo, ni negamos su eficacia: nos deleitamos con él.
Nosotros, arqueólogos de medios, nos deleitamos asimismo con las variaciones entre “mediático”, “medial”, “de medios” —sin querer someternos a una regla uniforme [4]. Nosotros no buscamos alinearnos detrás de una definición unívoca de los medios, sino multiplicar las investigaciones y las experimentaciones sobre los imaginarios de los medios, y estimularnos mediante conceptualizaciones contradictorias de los medios.
Nosotros, arqueólogos de medios, denunciamos públicamente a los trolls que introducen HypePads en las aulas —reduciendo el medio al estatuto de instrumento user-friendly, la herramienta al rango de gadget, el niño al estado de usuario.
Nosotros, arqueólogos de medios, condenamos el reino de las aplicaciones de conserjería, que sustraen sus operaciones de toda empresa política y de toda recuperación activa —reemplazando las computadoras con turcos mecánicos. Bajo la impaciencia de deseos consumistas, las aplicaciones-mayordomo subyugan sin reservas ejércitos de pequeñas manos condenadas a la más extrema discre(tiza)ción —en un universo de Uber-Mensch y de Supermachos, de micro-serfs y de filles-au-pair-to-peer, donde el medio es la masacre de los talentos.
Nosotros, arqueólogos de medios, trackeamos la realidad de las tomas y capturas [5] detrás de la ideología de la data. Nada que está dado no ha sido previamente tomado. Nos exponemos a nosotros mismos cada vez que tomamos data. Los servidores nunca nos sirven sin además subyugarnos. Nuestra tarea es aprender a tomar de ellos todo lo que no nos dan.
Nosotros, arqueólogos de medios, experimentamos con la naturaleza elemental de los medios. Con nuestros HypePhones, llevamos en nuestro bolsillo pequeños pedazos de África y de sudor asiático. La nube no está hecha de vapor, sino de cables submarinos. Su ubicuidad no nos emancipa del espacio: reduce la autonomía del disco duro a la subsidiariedad de la terminal. No hay nube —solamente hay disco duro de alguien más.
Nosotros, arqueólogos de medios, cavamos en el tiempo profundo de los medios para extraer alternativas a los descarríos de nuestra época —que tienen por nombre genérico: capitalismo.
Nosotros, arqueólogos de medios, revelamos la poética del flujo eléctrico mundial transmitido por los cuerpos electrizados. Nosotros somos ecógrafos. Nosotros auscultamos a los vivos, los muertos y sus máquinas para encontrar en sus códigos los equivalentes parciales que informan sus movimientos así como sus lasitudes, pero sobre todo sus pasajes, ACTG GOTO 1000101 y otros bytes que hoy en día constituyen su actualidad.
Nosotros, arqueólogos de medios, trackeamos los entornos que se componen y recomponen incesantemente en las invaginaciones de la materia en movimiento, en sus intrafaces y sus interestructuras. Nosotros afirmamos los parentescos del código en sus múltiples formas, de los virus a los microbios, hongos y otras células que de nuestras arqueologías componen zoologías luminosas. Nosotros, arqueólogos de medios, manipulamos la transcriptasa inversa y la amplificación recombinante.
Nosotros, arqueólogos de medios, somos siempre coautores. Al menos con las máquinas de escritura. Sin pretensión de grandeza ni voz propia: micrófonos.
Nosotros, arqueólogos de medios, sospechamos de la testosterona que domina ciertos sectores de hackers. A las armaduras de los conquistadores preferimos las camperas queer, a los Hack-a-thons, el Hacking-with-care.
Nosotros, arqueólogos de medios, somos los hijos ilegítimos de Bruce Sterling y de Friedrich Kittler, los bastardos de Joan Clarke y de Alan Turing, William Burroughs y William Gibson, Douglas Engelbart, Forrest Kassanavoid, Grace Hopper, Heráclito, Edward Snowden, Chelsea Manning y Ada Lovelace. Nosotros somos los vástagos de la cultura de nexus y del estolón.
Nosotros, arqueólogos de medios, reactivamos a los medios y sus profetas difuntos. No por nostalgia, sino para medir las rupturas atencionales que su muerte engendra, y para construir sobre sus cenizas no mausoleos, sino estructuras proliferantes y medios [6] de acción.
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Este manifiesto brotó en el castillo de Cerisy-la-Salle del 30 de mayo al 5 de junio de 2016, basado en una performance de Emmanuel Guez y retomado, editado, enmendado, aumentado por intercambios múltiples. Está hecho para ser difundido, retomado, reeditado, enmendado, ecografiado por y para todos sus coautores futuros.
Sus arqueosignatarios son Thierry Bardini, Lionel Broye, Yves Citton, Igor Galligo, Emmanuel Guez, Jeff Guess, Quentin Julien, Isabelle Krzywkowski, Marie Lechner, Anthony Masure, Pia Pandelakis, Ghislain Thibault, Frédérique Vargoz.
Traducción al español de Manuel Eloy Fernández.
[1] En el original, “chiffre”. En el resto del manifiesto, “código” equivale a “code”. [N. del T.].
[2] En el resto del manifiesto “cœur” se traduce por “núcleo”. Se mantiene aquí “corazón” para no perder el juego de palabras propuesto en el original. [N. del T.].
[3] Además del juego con la palabra “innovation”, el término designa el nombre de un grupo de trabajo autodefinido como “en la intersección entre el arte contemporáneo, la investigación y el hacking”. Para más información es posible visitar su sitio web. [N. del T.].
[4] Se ensaya aquí una alternativa para la intraducible variación entre grafías que propone el original: “media”, “média” y “médias”. [N. del T.].
[5] En el original, “prises” y “emprises”. [N. del T.].
[6] En la versión original se incluye tanto la palabra “moyens” como “media”, ambas traducibles por “medios”. El uso de itálicas indica este desdoblamiento semántico. [N. del T.].