Parte VIII (2000-2019)
Parte VIII (2000-2019)
Para contactar a los autores escribir a:Fernando Bogado fernandobogado@outlook.com
Juan Manuel Lacalle
lacallejuanmanuel@gmail.com
Mariano Vilar
frioconbotas@gmail.com
Un profesor en la facultad tacha sin mirar.
Encontrarás un camino más o algo en el desierto.
Rayo de luz, ¿cuándo llegarás al lugar perfecto?
Lisandro Aristimuño, Por donde vayan tus pies
La carrera de Letras produce un
esclerótico conjunto de “aproximaciones a”
que encuentra, inevitablemente,
un sistema dentro del cual encuadrarse
Beatriz Sarlo, 1972
Hace cinco años, nel mezzo del cammin, comenzamos el recorrido por las cátedras de teoría literaria de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Si bien nos hemos abocado brevemente a otras cuestiones, los focos de análisis fueron siempre los programas de las asignaturas (o, en algunos casos, seminarios del área). Una serie de interrogantes rondaba en un principio: ¿cómo se construyó el canon de teoría literaria en nuestro país?, ¿en qué medida los cambios históricos se reflejan en los programas?, ¿hay corrientes de teoría literaria propias de Argentina o Latinoamérica? y, llegado el caso, ¿cuáles son sus características?, ¿cómo puede colaborar la teoría literaria para transformar ciertas realidades en algo mejor? Lejos todavía de responder estos interrogantes, esta vez dialogamos con Nora Domínguez (ver entrevista), docente a cargo de Teoría y Análisis Literario “A y B” desde 2017, y con Silvia Delfino (ver entrevista), a cargo de la cátedra “C” de la misma asignatura desde 2018 [1].
Aquí nos encontramos con el problema de la cercanía temporal. Los programas del siglo XXI son aquellos que hemos conocido como estudiantes. Tenemos una visión de primera mano que hace menos especulativa la reconstrucción del lazo entre programa y cursada. Pero la proximidad tiene sus riesgos. Lo que vemos en estos documentos es lo que naturalizamos como la teoría literaria. El canon que construyen las cátedras en este período está más internalizado [2], y es aquel que se ha vuelto sinónimo de lo que una materia inicial de teoría literaria debería cubrir hoy.
En el ámbito de nuestra carrera de Letras, la importancia de echar luz sobre estos supuestos se pone en juego una y otra vez en la discusión sobre la reforma del Plan de estudios. Una novedad en la que coincidió gran parte de la comunidad académica durante años de discusiones fue la necesidad de incorporar una Introducción a los Estudios Literarios que conviva con Teoría y Análisis Literario. Esto abre un panorama inédito: como hemos visto en la historia de nuestra carrera, desde 1896 hasta hoy, independientemente del nombre, la materia del ciclo inicial que se hacía cargo de determinados contenidos que asociamos con la teoría siempre era una sola. ¿Qué queda en cada espacio y cómo dialogan?, ¿cómo se complementan con las teorías II y III?, ¿cómo se incorpora lo nuevo y en qué medida se justifica la permanencia de lo viejo? Dejemos de lado momentáneamente el vértigo y encaramémonos, una vez más, sobre hombros de gigantes. Se avizora algo más allá de la selva oscura.
Aunque seamos enviados a diferentes lugares
es una promesa que regresaremos a casa
Ikki de Fénix, Saint Seiya
En el primer semestre de 2019, la revista RECIAL (Universidad Nacional de Córdoba) publicó un muy buen artículo de Nicolás Garayalde, en línea con lo que venimos explorando, titulado “La enseñanza de Teoría literaria en la universidad. Notas sobre la historia de la cátedra de Teoría literaria de la Escuela de Letras de la UNC”. Allí se persiguen dos objetivos: esbozar una historia posible de la cátedra de Teoría Literaria en la Escuela de Letras desde 1986 (ver su segunda nota) hasta la actualidad, con el acento puesto en las transformaciones y en el problema de delimitación del objeto, y responder los interrogantes sobre qué y cómo enseñar teoría literaria en el presente y en el futuro, desde un acercamiento epistemológico [3]. Recomendamos la lectura completa del artículo en el enlace que dejamos aquí arriba y compartimos una cita vinculada con el origen de la asignatura:
[...] con efectos que configurarán una particular paradoja en la creación en 1986 de la cátedra de Teoría Literaria: la ambición estructuralista de una ciencia de la literatura parece desembarcar institucionalmente en el mismo momento en que la disciplina está desmantelando sus propios fundamentos, en el mismo instante en que el propio soporte estructuralista genera las condiciones de su implosión al refinar una metodología focalizada en el carácter lingüístico de su objeto (2019: S/D).
Por último, Garayalde toma un punto que quisiéramos destacar, al margen de las similitudes y diferencias entre los recorridos en Córdoba y Buenos Aires (que ameritarían un trabajo particular): la posibilidad de incluir en estas asignaturas, quizás en una instancia avanzada, la práctica de teorizar. No se trataría, así, solamente de comprender los conceptos y contextualizar las escuelas y los autores teóricos, sino también de ejercitarse en la producción de conceptos y la creación de sistemas o leyes, tal como lo proponen Rabau y Pennanech en su libro Exercices de théorie littéraire (2016).
Quisiéramos apuntar otras publicaciones cercanas que son relevantes para seguir pensando más allá. Los últimos números de las revistas Landa (Universidade Federal de Santa Catarina) y 452ºF (Universitat de Barcelona) nos ofrecen dos Dossiers de interés crucial: “Circulaciones de la teoría literaria en América Latina”, coordinado por Max Hidalgo Nácher, y “Límites, tensiones y desafíos de la Teoría de la Literatura y la Literatura Comparada en el siglo XXI”. Por otra parte, a fines del año pasado salió la flamante Theory Now (Universidad de Granada), que ya cuenta con tres ediciones en su haber desde nuestro último encuentro. Y, como siempre, resulta interesante adentrarse en los números más recientes de Badebec, El taco en la brea y Estudios de Teoría Literaria (hoy, quizás, las publicaciones académicas del país que más espacio dedican a la disciplina).
En otro orden, y en relación con los encuentros académicos, no podemos dejar de mencionar la conformación de una “Red de Teoría Literaria” durante las II Jornadas de Teoría Literaria y Práctica Crítica, que tuvieron lugar en Mar del Plata (ver balance). Luego se realizó un segundo encuentro presencial en el marco del X Congreso Orbis Tertius en mayo de este año, y se creó un espacio virtual donde se incluirán recursos y foros de discusión que todavía no están funcionando pero que auguran, prontamente, un intercambio más que interesante. Poco ha, el pasado 25 de julio pudimos asistir al II Coloquio sobre Investigaciones en Teoría Literaria, donde se presentaban proyectos de investigación en lugar de las tradicionales ponencias individuales. El encuentro convocó a especialistas del área y destacamos, sobre todo, el debate posterior a cada intervención. Sin duda, nos parece un formato amable ya que alienta un poco más la discusión y el intercambio entre colegas. Anteriormente, en 2017, había tenido lugar el I Coloquio, con la modalidad más habitual, que devino en el último número de la revista Filología, como explicita Marcelo Topuzian en la presentación.
Volvamos del desvío a las cátedras de Teoría y Análisis Literario. 2001 no es un año cualquiera: en Argentina es sinónimo de crisis. Y crisis suena en el presente. Se oye con claridad en el ámbito de la enseñanza y la investigación, donde los recortes del macrismo se han sentido estruendosamente. De nuevo se habla de “fuga de cerebros”, un tópico tristemente iterativo en la historia de nuestro país. Retomemos la ruta extraviada. A nivel Facultad, en los últimos años se jubilan, casi simultáneamente, Adriana Rodríguez Pérsico y Jorge Panesi, quienes estaban al frente de los dictados de la materia introductoria. En 2017 y 2018 tenemos los primeros programas firmados por las nuevas docentes a cargo de las dos cátedras, Nora Domínguez y Silvia Delfino.
Dos ilusiones se irán a volar,
pero otras dos han venido
Andrés Calamaro, Paloma,1999
[con reminiscencias del canon en D, de Pachelbel]
En el año 2000, y tras el concurso que otorga a Adriana Rodríguez Pérsico la titularidad, se unifican las cátedras “A” y “B” de la materia inicial, que habían dejado de dictarse a mediados de los 90. Como explicamos en los últimos dos artículos, además, la cátedra “C” se había hecho cargo de la asignatura desde 1997 en ambos cuatrimestres. Recuerden que al pie del artículo puede encontrar los enlaces a todos los programas digitalizados de la etapa que analizaremos.
Tomaremos el período 2000-2019 de la cátedra de Teoría y Análisis Literario “A y B”, es decir, el que abarca la totalidad de los programas firmados por Rodríguez Pérsico y los primeros a cargo de Nora Domínguez. Allí identificamos un verdadero canon teórico, que definió un orden de lectura para quienes cursamos la carrera de Letras en lo que va del siglo XXI y que se replica en la cátedra “C”. Este canon puede dividirse en cuatro grandes bloques: 1) el formalismo ruso (Eichenbaum, Shklovsky, Tinianov) y su crítico y “continuador” Mijail Bajtín; 2) la Escuela de Frankfurt (Adorno y Benjamin) y su eventual precursor, György Lukács; 3) el estructuralismo francés (el denominado “primer Barthes”, Levi-Strauss), que incluye habitualmente a Mukařovský como su precursor; 4) el posestructuralismo (Deleuze, Derrida, el “segundo Barthes”, Foucault, Kristeva). Aunque existen variaciones atendibles respecto de las problemáticas a partir de las que estas cuatro corrientes son presentadas a lo largo de los años (diferencias que no impiden una gran estabilidad en los textos y autores representativos de cada una de ellas), más interesante resulta comenzar por todo aquello que las excede. Nuestro primer objetivo será, entonces, aguzar la vista para ver qué otras teorías encontramos en los programas. Veremos también que es en alguno de estos agregados en donde las diferencias con la cátedra “C” son más claras.
Una primera constante en este sentido es el psicoanálisis. En el programa del año 2000, dedicado al concepto de “literatura” y al vaivén entre su especificidad y la interdisciplina [4], figura “Lo siniestro” de Sigmund Freud, un clásico del análisis literario. Lo acompaña un texto de Propp titulado “El Edipo a la luz del folclore”. La conexión entre teoría literaria y psicoanálisis está firmemente establecida y se destaca la voluntad de sumar textos del propio Freud en la mayoría de los programas de la materia. Más llamativa resulta, en cambio, la inclusión de dos autores muy lejanos histórica y teóricamente del canon de la teoría literaria: Aristóteles (Poética) y Platón (fragmentos de la República). Estos dos textos no figuran siempre, pero se encuentran con mucha frecuencia en los primeros años del siglo XXI. Suelen ir acompañados por una tragedia de Eurípides y una selección de Mímesis de Auerbach (ver entrevista).
Si volvemos al canon teórico, más allá de los cuatro núcleos que mencionamos más arriba, podemos identificar una segunda tétrada menos habitual, que se encuentra en algunos programas de la cátedra “C”: 1) El marxismo inglés, representado por Raymond Williams; 2) la estética de la recepción, identificada con la Escuela de Constanza y con textos de Iser y Jauss; 3) los estudios culturales o crítica de la ideología, a través de autores como Jameson, Spivak, Žižek; 4) la teoría de género (Butler, Preciado, Richards). Tres de estos cuatro componentes continúan apareciendo en los programas más recientes, incluyendo aquellos presentados por Nora Domínguez tras la jubilación de Adriana Rodríguez Pérsico. La estética de la recepción y la hermenéutica, por su parte, aparecen en muy pocos programas. En 2006 y 2007 el eje era el sujeto como problema propio de la teoría literaria, al que en 2008, y hasta el 2010, se incorpora la visión del lector, para la que son clave autores como Jauss e Iser. Si bien estas temáticas han sido esporádicamente abordadas por la cátedra de Teoría Literaria II, la inclusión de textos de Gadamer, Iser y Jauss en la bibliografía obligatoria ha perdido terreno en la última década o se ha trasladado a otros ámbitos.
En un plano más general de la estructura de los programas, notamos una preocupación constante por el análisis y la puesta en práctica de la metodología. Esto se esboza en una primera etapa y toma mayor entidad en los últimos años. Así estaban formulados estos elementos, que llevaban por título “Herramientas de análisis literario” en el programa de 2009 (tratamiento que, como se señala explícitamente, se hará “a partir de la lectura de los textos literarios”):
a. Las figuras del narrador, el autor y el lector. Formulaciones teóricas, posiciones críticas, inscripciones textuales. Narradores y puntos de vista. Sujeto del enunciado, sujeto de la enunciación. Figuraciones del yo. Estrategias discursivas para la construcción de identidades.
b. El sujeto poético. Procedimientos literarios y presencias del yo. Rupturas, transgresiones, experimentaciones literarias y disolución del yo.
Esta voluntad por dedicar un lugar a la práctica de “la lectura y la escritura críticas” [5] tendrá un lugar propio con la incorporación de un taller, a cargo de Silvia Jurovietzky, a partir del año 2013. Este espacio, que sigue funcionando en la actualidad, resulta fundamental para el ejercicio de todo tipo de géneros, más o menos académicos, que se espera que un graduado en Letras pueda realizar (i.e. ponencia, reseña, monografía, artículo). Por otra parte, estos ámbitos no se reducen solo a la práctica misma sino que, además, posibilitan el acceso a cierta información y el debate sobre determinadas cuestiones no conocidas para un ingresante a la carrera (i.e. funcionamiento de revistas, congresos y todo tipo de eventos académicos).
Si salimos de la composición de las unidades para atender a una cuestión más general del armado de los programas, a pesar de ser de una asignatura inicial podemos observar que giran sobre ejes o problemas que van ganando especificidad (aunque no tanto como para impedir la posibilidad de relacionarlos con los cuatro núcleos canónicos). Se discute así sobre: el concepto de “literatura” y la especificidad e interdisciplinariedad del campo de estudios teóricos (2000, 2001); los principales debates y perspectivas de la teoría del siglo XX (2002, 2003); realismo y vanguardia (2004, 2005); el sujeto (2006, 2007); el sujeto con el foco puesto en las figuras de autor y lector (2008, 2009, 2010); nuevamente debates y perspectivas pero con la inclusión del siglo XXI, con una década a cuestas, y la modificación de la parentética “literatura, cultura y política” por “literatura, estética y política” (2011, 2012, 2016); la teoría y la crítica en relación con las polémicas y los diálogos (2013, 2014); los conceptos de autor y obra (2015); temporalidades (2017, 2018, 2019).
El corpus suele ser variado, con cierta presencia mayoritaria de Borges, aunque siempre tomando autores y autoras argentinos o latinoamericanos de los últimos cien años. Encontramos también con frecuencia a César Aira, Ricardo Piglia, Manuel Puig y Rodolfo Walsh, pero también muchos autores y autoras menos célebres y más recientes, como Rosario Castellanos o Tununa Mercado.
El programa de 2017, primero firmado por Domínguez, lleva por título “Temporalidades de la crítica: teoría, literatura y política”. En la fundamentación se incluye una observación que pone en evidencia la autopercepción de la teoría literaria en esta década: “[s]e considerará al siglo XX como el siglo que pensó centralmente la teoría literaria y la literatura desde diferentes puntos de vista y fue testigo de su debilitamiento”. No obstante, allí mismo se cita por primera vez a una batería de autores contemporáneos que pareciera arrojar un halo de esperanza o un resurgimiento: Giorgio Agamben, Alain Badiou, Georges Didi-Huberman, Boris Groys y Jacques Rancière. Estos nombres propios, distribuidos entre las distintas unidades (que mantienen lo básico del formalismo ruso y de la Escuela de Frankfurt, pero reducen estructuralismo y prácticamente omiten la deconstrucción) también aparecen en la cátedra “C” y son bastante centrales en los programas de Teoría Literaria II y III. No hace falta un análisis muy detallado para señalar su protagonismo en el difuso “campo de polémicas” (como se expresa en la fundamentación de los programas de Rodríguez Pérsico) de la teoría contemporánea.
El último programa, que se está dictando en el período en que escribimos este artículo, se titula “Temporalidades en disputa en la teoría y en la crítica literarias”. Ya bien entrado el siglo XXI, las características del siglo XX empiezan a delinearse con más claridad, tal como lo demuestra Badiou en El siglo (2005), que figura en la primera unidad. Fue, entre muchas otras cosas, la centuria en que la teoría literaria buscó una nueva autonomía y especificidad. Muchos de los estudiantes que están cursando la materia este año no tienen ninguna memoria de aquel siglo que no esté mediada por el relato oral, escrito o audiovisual. Por otra parte, y producto de la continuidad democrática y de la hiperconectividad, los debates teóricos son menos ajenos o heredados. En efecto, estos se entrelazan, más que nunca, con el ámbito público. Esto se observa en cómo circulan y se reproducen posicionamientos a partir de discusiones concretas en los medios digitales como, por ejemplo, la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo o Ni una menos. En el programa de este año, todo esto se encarna y visibiliza en la unidad en que Derrida se vuelve una herramienta para llegar al lenguaje inclusivo, la ruptura de la jerarquía patriarcal y la teoría de Judith Butler.
The world is spinning too fast.
I’m buying lead Nike shoes
to keep myself tethered
to the days I’ve tried to lose.
My mama said to slow down
you must make your own shoes
Gorillaz, 19-2000
El debate contemporáneo en torno a una pretendida crisis de la teoría literaria, como vimos en entregas anteriores, parecería desconocer dos puntos de relevancia: en primer lugar, el modelo de teoría pensado como específico dentro de las mismas aulas de la Facultad. Segundo, y más importante aún, el hecho mismo de que ese carácter aparentemente disolutivo, de márgenes complejos, de tensiones abiertas, de momentos que se dan casi bajo la lógica de un vaivén entre uno fuertemente cientifizante y otro mucho más cercano a lo epigramático, a lo retórico, a lo adrede vago y aproximativo, es precisamente la incidencia política y polémica que ese mismo discurso ha establecido como característica determinante. Bebiendo de diversas líneas de producción, de donde toma lo que le parece, en una lógica de apropiación de lo que aquí, con la austeridad que Borges le reconocía a Banchs como único momento típicamente argentino, se llamó “teoría literaria”.
“Crisis”, entonces. La palabra regresa como lo reprimido, marcando un tiempo de idas y vueltas que dista enormemente de cualquier pretensión de progresión lineal, algo que responde a la lógica de la investigación pero que es apenas una chance, una posibilidad, dentro de la compleja trama que conforman la teoría, la crítica y, por supuesto, la literatura. En la entrevista que hicimos a Silvia Delfino, actual responsable de la cátedra “C”, ella resaltaba, en cada oportunidad, la idea de que la diferencia entre una concepción pedagógica (y, por lo tanto, doctrinaria y tributaria de una ideología de lo comunicativo y lo “sencillamente” transmisible) y un acercamiento crítico-político residía en aceptar o renunciar a un “cierre” coherente, a una demarcación estable. El conocimiento dentro del campo de la crítica y la teoría es siempre una disputa, un enfrentamiento, una multiplicidad de voces que solo por una cuestión de cierta imposición institucional puede convertirse en algo “claro y distinto”. ¿Cuán posible es armar un programa que contemple estas dificultades para un ingresante?, ¿cómo disponer “problemas” en un curso introductorio? Los programas de Teoría y Análisis Literario “C” del 84 en adelante intentan dar una respuesta a estos interrogantes. Detengámonos en los que ahora nos interesan, que también se abren con otro umbral: el de la crisis de 2001, fantasma que recorre el imaginario argentino. Sobre todo, el contemporáneo.
Entre 2000 y 2001 el concepto que rige los programas es el de “protocolo”. La noción pretende, precisamente, responder a los modos de configuración de esa “trama” que Delfino marca con cierta insistencia en la entrevista. Un protocolo sería un tipo de formulación que articula las operaciones de la crítica en relación con un campo de legibilidad y con un modo de vinculación con un aparente más allá (la realidad política, la sociedad). No se trata de una orden cerrada o de un mandato, sino de una condición de posibilidad que supone el caos, el escándalo, la diferencia. Esa noción de protocolo se mantendrá hasta el día de hoy, 2019, en donde, en algún sentido, el desplazamiento hacia el tipo de pathos que la noción articula y despierta, la “polémica”, la “contienda”, es solo otro nombre del mismo campo de complejidades. Los ejes teóricos responden a la misma tétrada que enunciamos para “A y B”, a la que se suman la estética de la recepción de Jauss y Fish y la teoría de la vanguardia de Peter Bürger. El estructuralismo, aquí, suele aparecer subrepresentado en relación con, por ejemplo, el espacio que ocupa Jacques Derrida en la bibliografía. En términos de textos literarios seleccionados para el programa destacamos La subasta del lote 49 (1966), de Thomas Pynchon, uno de los pocos extranjeros contemporáneos todavía vivos que aparecerán en el período de 2000 al presente. La inclusión de Los adioses, de Onetti, resulta menos llamativa, si consideramos que el tipo de lectura de la cátedra respondía al modo de leer planteado por Ludmer en algunos textos emblemáticos (como su Onetti, de 1977).
Claro que no hay que perder de vista las ventajas didácticas de tal recorte. Esto puede parecer distante al espíritu de la cátedra, que ha criticado a menudo el concepto de lo “didáctico”. Sin embargo, aunque no esté establecido explícitamente en la documentación institucional que analizamos, un cierto criterio pedagógico implícito resulta innegable: en cada programa, el texto que aparece para las clases teóricas suele ser una novela corta, que le permite al docente articular problemas y subrayar ciertas complejidades que hacen a la reflexión teórica y a la discusión política. Si, como afirma Delfino, el programa se construyó siempre pensando un determinado momento de la trama que entrecruza crítica-teoría-literatura entre el 68 y el 84, que aparezca Onetti (y ese extraño vínculo con Onetti) es una forma de hacer entrar el problema de la institucionalización de la literatura latinoamericana, con la correspondiente aparición potente del fenómeno de la autonomía literaria y de una guerra de sentido en torno a esos procesos. Lo señala Ludmer en el prólogo al libro que mencionamos en su reedición de 2009, y se podría aplicar a cualquiera de estos documentos:
los clásicos de la literatura latinoamericana se van haciendo a lo largo de un tiempo de guerras por el sentido, la interpretación y la definición misma de literatura. En ese procesos ellos mismos son parte de la guerra (ellos mismos son la guerra) y se identifican con alguno de los bandos enfrentados (9).
El programa de 2002, primero posterior a ese hito, ese mojón que corta y atraviesa, con sus complejidades, el fin del siglo XX y el comienzo del XXI, la “crisis”, pone por delante la relación de la crítica y la teoría con los “grandes relatos”. Podría entenderse esa inclusión como un modo de reflexionar acerca de los acontecimientos sucedidos apenas en diciembre del año anterior. Así, con un fuerte anclaje psicoanalítico (y con la presencia de Freud como síntoma), 2002 dedica una última unidad al planteo de Lyotard en torno al fin de esos “relatos” que han articulado la experiencia del sujeto moderno y que entran en crisis con la emergencia del sujeto posmoderno. Esa crisis bien podría oponerse a la emergencia del “relato” (la que daría en ser tendenciosamente llamada, en términos políticos, “construcción del relato”) determinada por Panesi en su último libro, sobre el que nos hemos detenido en la última entrega. Dos modos de narrar, dos momentos de crisis.
Frente a la falta de relatos institucionales emerge el relato de la literatura sobre sí misma: Por el camino de Swann, de Marcel Proust, aparece como novela a trabajar, contrastando con el cuento de Juan José Saer, “Sombras sobre un vidrio esmerilado”, texto que Panesi sigue dando como Profesor Consulto en la cátedra en el presente. Una narración que busca poner por delante las limitaciones de la prosa, en tanto discurso que busca captar el “acontecimiento” del mundo extraliterario, pero que siempre fracasa en su pretensión. La poesía aparecería, en ese mismo cuento, como el auténtico discurso del hecho, lejos de la lógica de la representación y más apegada al problema del suceso.
Delfina Muschietti, Profesora Adjunta de la cátedra y responsable de las clases de poesía de la cursada (1989-2014), ha trabajado una idea de discurso poético que va en consonancia con el tipo de lectura que lleva adelante Panesi a la hora de trabajar el cuento de Saer. La inclusión, en el programa de 2003, de Hospital Británico, de Héctor Viel Temperley, responde a varios elementos de coyuntura (como la edición en ese año de su poesía completa), pero también permite entrever una lectura que caracterizó el análisis de poesía de Muschietti, que va desde la inscripción del nombre, de la diferencia (entre género/genre y género/gender), a otro problema que tomará relevancia desde 2015 en adelante: “voy hacia lo que nunca conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”. Una categoría crítica como la de “cuerpo” será, precisamente, el protocolo crítico-teórico que se impondrá en los últimos programas de la materia.
En la díada 2004-2005 no hay mayores cambios salvo por la presencia de Raymond Williams y Pierre Bourdieu, dos lecturas que se aproximan al tipo de acercamiento sociológico que la cátedra pareciera desestimar. Sin embargo, esas lecturas entran en consonancia con la presencia de textos de naturaleza pragmática, como “Is There A Text in This Class?”, de Stanley Fish. En el programa de 2006 ya no encontramos a Fish, ni a Jauss. Vuelven en cambio a aparecer las categorías de “operación” y “protocolo”, pero, en este caso, atendiendo al problema de los modos de institucionalización del discurso crítico, lo que se convertirá en un asunto recurrente dentro de la formulación propia de la materia. El “círculo”, como paso previo a la llegada a la “institución”, parece ser un modo de autobiografía velada en torno al ingreso de los docentes del 84 a la Universidad luego del período de las “catacumbas”. Entre 2007 y 2008 podemos ver, casi como respuesta, un modo de lectura que pone el acento en las “acciones” de la crítica, pensándolas como resultado de un plan de acción efectivo y un modo de intervención sobre el campo cultural. La poesía aparece allí como “contra-discurso” de naturaleza polémica. Ese modo de leer, si bien ya fue mencionado en otros documentos similares, tomará cuerpo en los programas de 2012 en adelante.
A partir de aquí, como veíamos muy nítidamente en todo el recorrido del apartado anterior, las modificaciones programáticas se dan de a grupos. Así, 2009-2010 será el momento de la “figura” del crítico, retomando una serie de reflexiones del período en torno a la “autobiografía”. En 2009, en términos de clases prácticas, el programa comienza a perfilarse hacia una zona estrictamente paralela a la colocación e institucionalización de la idea del “giro subjetivo”. Se contemplan dos nombres emblemáticos dentro de la teoría: Walter Benjamin y Roland Barthes son visitados a partir de sus textos autobiográficos y ponen en evidencia el vaivén entre un saber relativamente científico y otro absolutamente personal [6]. Por estos años, también aparecen dos textos de Giorgio Agamben (“El príncipe y la rana” y “El autor como gesto”) que se articulan con debates propios de la Escuela de Frankfurt y del posestructuralismo. En cuanto al corpus, la inclusión de las letras de las canciones de Bob Dylan marca una continuación del mismo debate en torno a la (auto/hetero)biografía.
Entre 2011 y 2013 regresan los conceptos de “protocolo” y “polémica”. En las clases teórico-prácticas se opta por un modelo de lectura crítica que se apoya en el tándem: no un autor, sino una polémica entre autores a través de sus textos. Con ese eje se trabajan artículos que reflexionan sobre los modos retóricos de la polémica y las estrategias puestas allí en juego. En la selección de textos borgeanos, que suele caracterizar el primer momento de la cursada, aparece el “Borges crítico”, eco del libro de Sergio Pastormerlo, al menos, en lo que a títulos se refiere. Específicamente en 2011, como parte de la primera unidad, ingresa un texto ampliamente discutido en la carrera de Letras desde su aparición: “Literaturas postautónomas”, de Josefina Ludmer. Su repercusión demuestra la permanencia y la centralidad de Ludmer en las discusiones teóricas vigentes entonces.
En 2014 el foco está puesto en una literatura en particular, la de Franz Kafka. Toda la selección de textos en los prácticos responde a ese autor y a las contiendas que tuvieron como punto centrípeto y centrífugo su nombre propio. De Lukács, por ejemplo, se da “Franz Kafka o Thomas Mann”; de Adorno y Benjamin, sus artículos sobre la obra kafkiana; de Deleuze y Guattari, Kafka: por una literatura menor; de Derrida, un texto recurrente tanto en los programas de Ludmer como en los de Panesi: “Ante la ley”. La figura de Kafka volverá con otras lecturas en el programa de 2019: la inclusión de “¿A quién le pertenece Kafka?”, de Judith Butler. El mismo programa se repite en 2015.
De 2016 a 2018 hay pocos cambios. En términos de bibliografía obligatoria, en 2016 hace su aparición Rancière, ubicado en la misma unidad que la deconstrucción. El primer programa de Delfino como responsable de la cátedra, tal vez por la etapa transicional, retoma en 2018 el problema de las “polémicas”. Ya en 2019 aparecen modificaciones sustanciales. En cada uno de los ejes toma protagonismo la reflexión en torno a los modos de subjetivación, problemas propiciados por la inclusión de textos de Judith Butler y Julia Kristeva, junto con otros autores, como Boris Groys, Félix Guattari o Suely Rolnik. En otro orden, el corpus destinado a la sección de poesía enseña antologías diferentes que atraviesan tres problemáticas que aparecen cruzadas: la escritura en contextos de encierro, el cuerpo y lo erótico, y la oposición entre representación y anotación en el factor de compacidad de la poesía.
No obstante las modificaciones, entre 2018 y 2019 se observa una coincidencia en el texto literario a trabajar en los prácticos: Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, invitada a participar de un conversatorio con los alumnos junto a Mariela Gouiric [7]. Por último, cabe destacar también la inclusión de un texto muy reciente de Butler y Athanasiou (Desposesión: lo performativo en lo político, 2017). Vemos, así, que en ambas cátedras el trabajo sobre problemas de género en los últimos programas tiene en cuenta las producciones más actuales, tanto literarias como teóricas.
El objetivo de los programas es resaltar, incluso en las instancias de evaluación, la importancia de un tipo de saber polémico. En la actualidad del debate en torno a la aparición de una materia como Introducción a los Estudios Literarios se vuelve de vital importancia entender qué tipo de relación tiene la asignatura respecto de las construcciones didáctico-pedagógicas y el lugar del estudiante en la Universidad. Algo que, como todo lo que aquí consideramos, tendrá su tiempo en un momento por venir.
Make believe I’m everywhere
given in the light.
Written on the pages
is the answer to a never ending story
Limahl, Never ending story
Repuesto un poco el cuerpo fatigado seguimos el camino por la yerma loma, siempre afirmando el pie de más abajo. Queda pendiente el análisis de los programas de las cátedras de Teoría Literaria II y III de este último período y, eventualmente, de los seminarios del área. Subimos hasta que nos dejó mirar el cielo un agujero, por el cual salimos a contemplar de nuevo las estrellas. Queda, también, ampliar el diálogo con más voces. Abrimos entonces los ojos más que antes. Muchos de los docentes que hoy dictan clases en las cátedras “A y B” [8] y “C” [9] comenzaron su trabajo durante estos años y somos conscientes de que solo hemos podido rozar la superficie de los numerosos debates de los que formaron parte. Desde el primer artículo de esta serie se planteó el problema que implica trabajar sobre programas, documentos que no pueden reflejar ni contener la realidad de una cursada. A partir de las últimas dos ediciones sumamos voces parciales de quienes estuvieron ahí. Sus relatos se acercan como ecos de nuestra propia experiencia.
En comparación con otros períodos, desde el año 2013 los programas se han vuelto documentos mucho más accesibles, tanto para estudiantes y docentes como para toda la comunidad. Los últimos siete años de programación figuran en la página del Departamento de Letras (en algunos casos se fue ampliando el corpus hacia atrás). Allí también puede rastrearse, en una base de datos, la participación en proyectos de investigación de los miembros de las cátedras que analizamos, producto del trabajo de Malena Velarde en el marco de la recientemente iniciada labor departamental del “Archivo de Proyectos de Investigación y Publicaciones Especializadas”.
Hemos llegado al presente más inmediato. El programa 2019 de Teoría y Análisis “A y B” está dictándose conforme se escribe este artículo, y su cursada concluirá luego de su publicación. Es difícil no caer en la tentación de especular sobre el futuro. ¿Se seguirá dando “Rizoma” en quince años?, ¿en qué momento y tras qué experiencias se decidirá que el formalismo ruso, la Escuela de Frankfurt o Foucault dejarán de ser bibliografía obligatoria?, ¿podría suceder algo así sin que mute la denominación “teoría literaria”, tantas veces atacada?, ¿es el que estudiamos un fenómeno exclusivo del siglo XX, distinto a toda la anterior y posterior reflexión sobre la literatura, o llegó para quedarse? y, por último, ¿los avances de las nuevas tecnologías comunicacionales y el “achicamiento de distancias” catapultarán el corpus de teóricos y teóricas argentinos y latinoamericanos a escala mundial? Con el cambio generacional que estamos atravesando ¿seguirá creciendo o mutará ese conjunto de referentes, cuyo epicentro canónico es hoy Josefina Ludmer, o fue solo un paréntesis en la historia de la disciplina en nuestro país? Las especulaciones podrían continuar infinitamente y las preguntas volverse circulares, pero no queremos abusar de su paciencia. Queda mucho trabajo por hacer pero hay que descansar los ojos, bajar la mirada febril, antes de retomar la lectura.
Fuentes:
Las resoluciones de designaciones y concursos docentes fueron consultadas en el Departamento de Letras de la UBA. Los Programas de la FFyL de la UBA entre 2000 y 2019 editados por “Publicaciones de la FFyL” fueron consultados en la Biblioteca Central Prof. Augusto Raúl Cortazar. A continuación presentamos los programas digitalizados.
Teoría y Análisis Literario
(A y B) → 2000 - 2001 - 2002 - 2003 - 2004 - 2005 - 2006 - 2007 - 2008 - 2009 - 2010 - 2011 - 2012 - 2013 - 2014 - 2015 - 2016 - 2017 - 2018 - 2019
(C) → 2000 - 2001 - 2002 - 2003 - 2004 - 2005 - 2006 - 2007 - 2008 - 2009 - 2010 - 2011 - 2012 - 2013 - 2014 - 2015 - 2016 - 2017 - 2018 - 2019
Bibliografía secundaria:
Garayalde, Nicolás. 2019. “La enseñanza de Teoría literaria en la universidad. Notas sobre la historia de la cátedra de Teoría literaria de la Escuela de Letras de la UNC”. RECIAL. Vol. X, Nº 15, S/D.
Lacalle, Juan Manuel y Mariano Vilar. 2019. “Estudios literarios y lectura distante: un primer acercamiento a la actualidad de la investigación en las revistas académicas argentinas”. Anclajes. Vol. XXIII, Nº 1, pp. 19-40.
Ludmer, Josefina. 2009. Onetti. Buenos Aires: Eterna Cadencia.
Rabau, Sophie y Florian Pennanech. 2016. Exercices de théorie littéraire. París: Presses Sorbonne Nouvelle.
Sarlo, Beatriz. 1972. “La enseñanza de la literatura. Historia de una castración”. Libros. Para una crítica política de la cultura. Nº 28, pp. 8-10.
[1] En caso de que quieran ampliar esta veta, a las entrevistas que hicimos para las entregas anteriores (a Jorge Panesi, Adriana Rodríguez Pérsico, Miguel Vitagliano, y Ana María Zubieta) se suman las “Encuestas a la teoría” que realizó Luthor en 2012 (partes I y II).
[2] Véase este trabajo anterior, donde analizamos la producción de artículos de estudios literarios entre 2014 y 2015 en revistas académicas argentinas, especialmente el cuadro de la página 35.
[3] El corte es coincidente con el que realizamos entre nuestra quinta y sexta entregas. Sus principales insumos documentales son los programas de la asignatura y la voz de las dos titulares, con quienes Garayalde se entrevistó, Nilda Rinaldi de Pinelle (1986-1991) y Adriana Boria (1992-2018). En la cuarta nota hay un detalle de todos los docentes que transitaron por la asignatura y en uno de los apartados se mencionan varios antecedentes de la materia desde mediados de la década del 50. El panorama ofrece unos primeros años con una perspectiva más metodológica y aplicacionista, teniendo en cuenta problemas concretos del campo disciplinar, y un segundo momento más extenso de exposición y contextualización de diversas teorías y de cómo piensan los problemas. Del foco en el estructuralismo se pasa al énfasis en las perspectivas sociocríticas y de la Escuela de Frankfurt. El plan de la democracia en Córdoba presenta tres orientaciones: Histórico-literaria, Semiótica (en 2002 redefinida como “Estudios críticos del discurso”) y Lingüística. En el área de Semiótica se incluyó la flamante Teoría Literaria como materia obligatoria.
[4] Una constante en esta serie de programas es el lugar central que se da a la contextualización de los conceptos teóricos (se busca concientizar sobre el carácter de punto de vista de cada teoría) y a la teoría literaria como “campo de polémicas” (lo que atañe la evidenciación de la carga ideológica de cada teoría).
[5] Como mencionamos, la discusión en curso del Plan de estudios de Letras contempla la creación de una materia (provisoriamente titulada Introducción a los Estudios Literarios) especialmente centrada en estas cuestiones, así como también en problemas históricos (e.g. la teoría estética del Romanticismo), cuya presencia vemos diseminada en algunos programas de la cátedra “A y B” en todo este período.
[6] Diego Peller, docente de la cátedra, reflexiona sobre esos modos de inscripción de la crítica en el relato en un artículo reciente, “‘Nunca supe contar una historia’. Seducción de los relatos y resistencia de la crítica”, publicado en la revista chilena Mímesis.
[7] Otra instancia de este tipo que hubo en la cursada del último año fue la consideración del trabajo con el lenguaje inclusivo en las clases, a partir de la organización de un encuentro moderado por el Centro de Estudiantes y la Comisión “No a la Violencia de Género" de la Facultad.
[8] La cátedra está compuesta por Nora Domínguez, como profesora Asociada a cargo; Ia Adjunta Isabel Quintana; los Jefes de Trabajos Prácticos Paula Bertúa, Martín Kohan y Cristina Fangmann; y los Ayudantes de Primera Hernán Biscayart, Lucía De Leone, Marcela Dómine y Silvia Jurovietzky.
[9] La cátedra está compuesta por Silvia Delfino, como profesora Adjunta a cargo; los Jefes de Trabajos Prácticos Guadalupe Maradei, Juan Pablo Parchuc, Fermín Rodríguez, Ariel Schettini y Jorge Warley; y los Ayudantes de Primera Ilona Aczel, Fernando Bogado, Alejandra Brocatto, Gabriel Castillo, Leonora Djament, Diego Peller, Carolina Ramallo y Guadalupe Salomón.