Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
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La incertidumbre como inicio y
método
Reseña de No entender. Memorias de una intelectual, de
Beatriz Sarlo
Abril Amado
No entender. Memorias de una intelectual, publicado póstumamente en 2025 por Beatriz
Sarlo, propone una reflexión profundamente contradictoria y autorreferencial sobre la
trayectoria que la llevó a ocupar un lugar central en el pensamiento argentino
contemporáneo. Lejos de la imagen acabada del intelectual, Sarlo se presenta como una
figura que se construye a partir de la incertidumbre, el desconocimiento y la constante
búsqueda de sentido. En esta suerte de "Bourdieu personal", la autora convierte su
propia vida en objeto de análisis, sin aspirar a verdades cerradas ni a respuestas
definitivas. ¿Es el "no entender" una carencia, o una forma radical de conocimiento?
* * *
“No es un libro de recuerdos. Es un libro de recuerdos.” Esa es la primera
frase que se lee al dar vuelta la página que funciona como carátula a la
introducción de No entender. Memorias de una intelectual, de Beatriz Sarlo.
Una contradicción explícita que no solo abre el camino para la naturaleza
híbrida del relato, sino que también expresa un modus operandi, un
mecanismo formal que permite resquebrajar la imagen hermética de
quien quiso convertirse en “intelectual”, figura cuyo oficio parecería
consistir, justamente, en “entender”. Quizás las contradicciones,
enemigas de toda lógica, sean el disparador de aquello que este libro
pone en valor: la incomprensión.
Publicado en el 2025 por la editorial Siglo XXI, a meses del fallecimiento
de su autora, el texto pone en exhibición las carencias y los baches en la
formación de quien es reconocida como autoridad intelectual en materia
literaria y política. Las memorias ahondan en la trayectoria educativa
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formal e informal, en la construcción de determinados intereses y gustos,
en las figuras que forjaron, de diversas maneras, una personalidad
letrada. En el último párrafo de la introducción, Sarlo desliza, sin
advertencias y sin titubeos, que éste es su “último viaje” (23). ¿Acaso
sabía que ésta sería su última producción escrita? ¿Qué clase de gesto es
éste en el que se confiesa, antes de la muerte, que lo que más se hizo en
vida fue no entender? ¿Qué clase de intelectual es quien cierra su prolífica
producción poniendo en valor su desconocimiento? ¿Es una actitud de
burla, de humildad o un gesto contracultural? Quizás, jamás lleguemos a
comprenderlo.
La primera persona
El libro está dividido en un total de seis partes: una breve introducción a
la que se suman cinco capítulos, precedidos por una breve sinopsis de
cada uno. Estos breves textos, tipográficamente diferenciados y a los que
se les otorga una página entera en blanco, juntos, ponen de manifiesto
una tensión entre la primera y la tercera persona.
En cuanto a la primera, la autora se expresa desde su subjetividad,
hablando de misma en los pronombres correspondientes del singular
y, en ocasiones, ampliándolo al plural para incluir a otros actores, como
compañeros de estudio o de militancia. En relación a la tercera, ella se
mira desde afuera, refiriéndose a misma con expresiones como “la
niña” o “la adolescente”. De esta manera, su voz se confunde con aquella
que aparece en los epígrafes de las fotografías que ilustran algunos
pasajes, una vez decididamente externa al relato.
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Este juego con la persona gramatical, que se extiende a lo largo de todo
el escrito, habilita una distancia con algo que ya no se es, pero también
pone en jaque la certeza en la autofiguración. Dice Sarlo: “Juana
[Bignozzi] me enseñó (…) que la pregunta ‘¿quiénes somos?’ no tiene
respuesta. Pero que se mantiene abierta, como una prolongada
inseguridad de la razón” (158). Recorre todo el libro la sensación de que
ese yo-intelectual que se quiere exhibir es uno más de los elementos que
no se llegan nunca a comprender: “las paradojas abundan y, sobre todo,
abundan mis decisiones paradójicas” (181).
Parte de dichas decisiones paradójicas se encuentran entre líneas, entre
lo que el texto dice que hace, y lo que el texto efectivamente hace.
La política
“En este libro no se hablará de política” (14), sentencia Sarlo apenas
comenzado el volumen. Da sus razones y se atribuye la culpa de los
malentendidos en relación a esta materia y su persona. No obstante,
inmediatamente, se reconoce como simpatizante del peronismo a fines
de los sesenta, como marxista leninista prochina en esa misma década, y
como una socialdemócrata sin partido en el presente de la escritura. Y, si
bien no ahondará en reflexiones puras de índole partidaria o en la
cuestión política como tal, ésta resulta insoslayable porque se entreteje
permanentemente en el texto como parte constitutiva de los recuerdos,
o como referencia.
El ecosistema familiar se ordena, principalmente, por la postura frente al
peronismo. Las figuras centrales son su padre, liberal antiperonista; y su
tío materno, un peronista que había militado en FORJA. Entre esas dos
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perspectivas, una Sarlo infante se mueve y oscila, construyendo su propio
criterio basado más en dudas que en certezas.
Asimismo, la figura de Eva Perón resulta central. La pequeña niña que
protagoniza las memorias se fascina con su figura, pero la deslinda de la
política ya que, para ella, estaba “asociada a la moda” (55). A Eva la veía
retratada en revistas y era su singular porte el que le llamaba la atención.
No obstante, y como sucede con la propia figura de Sarlo, sobre ambas
el escrito enuncia la negación de su dimensión política, a la vez que la
afirma al narrar acontecimientos concretos. Por ejemplo, se cuenta una
anécdota protagonizada por el abogado Jaime del Río, su tío, quien es
expulsado por Eva Perón de su despacho en un encuentro con
gremialistas debido a la desconfianza que le generaban a ella los
letrados. El poder orbita la figura de Eva una y otra vez, a la vez que se la
enuncia como parte de un simple culto a la elegancia.
En cuanto a ella misma, Sarlo no puede evitar autodescribirse a través de
una cita: “Puedo agradecer muchas cosas, menos la asistencia
económica. Como diría Perón: independencia económica y soberanía
política” (88). A la vez, cuenta episodios como el de la primera vez que
repartió volantes para su tío, o explica la manera en la que la dictadura
militar influyó en su formación.
El “no hablar de política” termina siendo una declaración de intenciones
o un intento. En realidad, supone evitar reflexionar sobre las
implicaciones de las cuestiones partidarias en el presente, pero no se
puede tapar el sol con un dedo.
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El feminismo
Es difícil atribuir a Sarlo una postura unívoca sobre el feminismo. La que
postula en No entender es, a priori, distinta de la que esboza en otros
escritos: “En este libro tampoco entra el feminismo, o como se quiere
llamar a esa ideología que expresa reivindicaciones justas.” (18). La
explicación de esa decisión es de índole netamente personal —“solo me
expresa a mí” (18) y se vincula simplemente con una manera subjetiva
de comprender ciertos hechos: “nunca atribuí las derrotas a mi sexo”
(19). Para ejemplificar esto, la autora narra un episodio de acoso y la
vincula con la de una amiga que “tuvo peor suerte” (19).
La cuestión de los mandatos de género atraviesa muchas de las
anécdotas contadas: “Yo tenía que entrenarme para un futuro trazado
por las fantasías tilingas de los adultos, los prejuicios sociales sobre el
sexo y una tupida red de malentendidos que devenían en preceptos” (75-
76). El tipo de comportamientos que se exigía tener en la ciudad, la
insistencia en aceptar muñecas como regalos, o los modelos a seguir que
elige la autora constituyen algunos de los episodios biográficos que son
interpretados desde el binomio hombre-mujer.
Sarlo es consciente de que muchas de sus elecciones de vida podrían
formar parte de reivindicaciones feministas. Por eso, a pesar de declarar
que no es interpelada por esa “ideología” como ella lo llama , afirma:
“mi feminismo era instintivo, poco refinado, ignorante, brutalista” (20).
Entre ese ser y no ser feminista, se mueve su autorrepresentación,
contradictoria. Sucede lo mismo con la figura de Evita, admirada por sus
retratos en tanto mujer bella, pero narrada a través de un poder que
hackea las estructuras patriarcales (vocablo jamás mencionado en el
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libro): “Ella había aprendido, desde muy joven, a manejarse y defenderse
en un mundo de hombres” (62).
Una vez más, el texto hace y deshace sus propios preceptos.
La literatura
Como no podía ser de otra manera, una multiplicidad de lecturas, autores
y personalidades del ambiente literario salpican las páginas de No
entender. Sarlo cuenta mo leía poemas cuyo sentido se le escapaba,
esperando que “cuando por fin entendiera, algo pasaría” (28). Lo
atractivo de esas lecturas tempranas era, justamente, su hermetismo, su
resistencia a la comprensión.
Curiosamente, cuando descubrió la palabra “intelectual”, quiso
convertirse en ello, a pesar de no saber en qué consistía dicha profesión:
“Nadie pudo aclararme qué era un intelectual; abundaron falsos o
aproximativos sinónimos, entre los que prevaleció el de escritor; pero la
diferencia en el uso de una palabra y otra era tan evidente como
inexplicable” (33). Curiosamente, el interrogante sobre la naturaleza del
intelectual sigue siendo hoy tema de polémicas y este libro no lo
responde. Más bien elabora una imagen de esta figura llena de fisuras:
las lecturas mencionadas por Sarlo que adquieren mayor relevancia en la
narración son aquellas que no comprendió en un primer momento
como Rojo y negro a los quince años o Las flores del mal a los dieciséis,
o nunca.
A su vez, personalidades como Jaime Rest, Aníbal Ford, Susana Zanetti,
David Viñas u Horacio Achával van marcando el camino a través de
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cursadas y trabajos para que ese “no entender” sea el combustible que
alimenta a la incipiente intelectual: “Convencida de que entender era un
trabajo, me acostumbré a que ese trabajo fuera un placer.” (107).
La certidumbre de que el gusto se construye y de que la incomprensión
es el principio fundamental del arte y de toda actividad intelectual tiñe
absolutamente cada uno de los episodios de la vida de Sarlo
seleccionados para este volumen: desde las experiencias con la música,
hasta las relaciones afectivas. Dice la autora: “con cada relación, perseguí
una idea de aprendizaje, de transferencia o de intercambio, de diálogo y
polémica” (186). La enumeración de las profesiones de sus parejas y
amistades “parece un programa de posgrado en lo que hoy se conoce
como estudios culturales” (186).
Así, las memorias de una intelectual se configuran como una serie de
episodios sin orden cronológico en el que el entendimiento es un camino
y el aprendizaje es una búsqueda de sentido, pero no su captación. El
intelectual no es quien puede explicar o dar certezas, sino quien
emprende una y otra vez el camino trabajoso que atraviesa la
incertidumbre.
Las iniciaciones
Ese camino está lleno de momentos iniciáticos: la primera ironía que
significa el primer deslinde entre el sentido literal y el no literal, la primera
figura retórica que se usa, el primer recuerdo político, el despertar de la
conciencia de clase, la primera actividad política, la primera incursión
militante, la primera experiencia musical trascendente, el primer trabajo
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periodístico y el primero editorial, la primera conferencia brindada, la
primera escuchada, el primer viaje a Europa.
Esas iniciaciones surgen todas desde un primer impacto donde el sentido
es un abismo. “No entender es el camino inicial de un viaje” (109), dice
Sarlo, y este libro es el “último viaje”. Quizás la autora esté expresando,
secretamente, que no se ha entendido a sí misma, o que este libro es la
búsqueda del entendimiento sobre su ser intelectual. Se trata de un
discurso que se arma y desarma a mismo una y otra vez. Por eso, el
oxímoron es una figura retórica que se reitera permanentemente en la
prosa.
Al comenzar la obra, Sarlo clama que se trata de “una especie de
Bourdieu personal, aplicado a mi propia formación” (12). Es un libro que
oficia como estudio de la génesis de una intelectual de los siglos XX y XXI,
y plantea rupturas y continuidades con respecto a su obra anterior. El
periodismo, por ejemplo, requiere seguridad y certeza para postular sus
hipótesis y defenderlas. Acá la autora hace el movimiento opuesto:
mostrar las fisuras, exhibir lo endeble como una fortaleza y como una
necesidad constitutiva. Esto mismo es lo que hace la crítica literaria con
sus objetos de estudio.
Si profundizamos un poco más, encontramos que la dicha génesis tiene
una cuota importante de azar: la formación recibida y construida por la
autora, en parte, surge de acontecimientos fortuitos, de personas que se
topan con ella o que forman parte de su vida por mera cuestión de suerte,
desde su familia hasta sus docentes, pasando por los autores que lee,
especialmente en su infancia.
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Dice Bourdieu, el mismo que Sarlo cita, que a través del género
“memorias”, los romanticistas “reunifican todos los momentos de la
propia existencia integrándolos en un proyecto estético reconstruido”
(Bourdieu, 2003, 73). Muchas de las obras de Sarlo, sobre todo aquellas
enmarcadas en el género ensayo, exhiben una prosa de índole artística.
Este libro, en donde se permite habitar la primera persona de manera
realmente personal, no es la excepción. Sarlo no escribió ficción jamás, y
acá tampoco lo hace. Pero lleva a cabo un proyecto estético, una
narración propia que obliga a releer toda su obra a la luz de los
acontecimientos por ella misma develados.
Ese “no entender” en el que ella encuentra la clave de su razón de existir
en tanto intelectual se extiende al lector, que debe habitar las
contradicciones de la autora: ¿se trata, acaso, de una invitación para que
quien le dé comienzo a su propio viaje?
La última página, separada del quinto capítulo, pero intitulada, reflexiona
sobre la muerte. Sarlo pone fin a su producción intelectual casi al mismo
tiempo que su vida se acaba. Su último objeto de estudio fue ella misma.
Y al analizarse, encuentra un sinfín de comienzos cuyo patrón común es
la incertidumbre, la necesidad de aprender para entender. No rehúye de
la contradicción, más bien la fomenta. Nos la pone delante de los ojos.
Referencias bibliográficas
Bourdieu, Pierre. (2003). Campo de poder, campo intelectual. Argentina:
Editorial Fontamara S.A.
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Sarlo, Beatriz. (2025). No entender. Memorias de una intelectual. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Siglo XXI Editores Argentina.