Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
38
La crítica también llora
O confesiones de una profesional de las Letras o la
literatura como tecnología de subjetivación
Lucía Tennina
En los saraus de las periferias brasileñas, la poesía funciona como tecnología de la
autoestima, mientras en otros ámbitos letrados persisten usos íntimos y no confesados
de la literatura. Frases de autoayuda, citas canonizadas y lecturas afectivas se
entrecruzan como rituales cotidianos que configuran subjetividades a través de la
apropiación fragmentaria del discurso literario.
* * *
Comienzo con una rememoración. El año 2000 empecé a estudiar Letras
en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y empezó mi formación en
las aulas y también en los cafés de alrededor, donde nos reuníamos con
los compañeros y las compañeras a estudiar y a discutir sobre literatura
y la vida, por supuesto. Cierto día, en el bar Platón, que quedaba frente a
la Facultad, el bar donde íbamos los y las estudiantes (Sócrates era el de
profesores) una de las compañeras sacó un libro de su mochila,
queriendo recomendarlo. Se trataba de un libro cuyo título no recuerdo,
pero su autor, que era Paulo Coelho. Sin haberlo leído, todos los que
nos encontrábamos en esa mesa nos quedamos en silencio, en un primer
momento, y después empezamos a juzgar que se trataba de literatura de
autoayuda, que no nos provocaba ningún interés. Esa compañera no
terminó de cursar ni siquiera ese primer año de la carrera y ninguno de
los que estábamos en la mesa leímos nunca Paulo Coelho.
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
39
Lo cierto es que en la medida en que fui avanzando con mis
investigaciones ligadas a las producciones literarias de las periferias
brasileñas (Tennina, 2018), la reflexión sobre la literatura como un
artefacto de construcción de uno mismo empezó a aparecer de forma
cada vez más evidente.
Efectivamente, una de las primeras conclusiones a las que llegué al
respecto tuvo que ver con que una idea central que estructura a las
producciones de los espacios de poesía de las periferias (llamados
“saraus”) de São Paulo se vincula con la literatura entendida como un
territorio específico de culto a la autoestima. Tanto la producción poética
de muchos participantes como sus declaraciones durante los saraus
insisten en la concepción de la literatura ligada al cultivo de las
capacidades y motivaciones individuales censuradas generalmente por
la idea de carencia que suele asociarse a la condición de vivir en los
barrios más pobres y estigmatizados de la ciudad. El interés se centra, en
este sentido, en el cultivo no solo de los artificios literarios y el trabajo
alrededor del erigirse como poeta, sino que pasa por el cultivo de la
persona a partir de la poesía. Dice al respecto Sérgio Vaz: “Este sarau es
un proyecto que apunta a llevar autoestima a la comunidad. (…) Nosotros
no queremos que nazcan un montón de poetas. Queremos que nazcan
un montón de personas” (Vaz, ap. Tennina 2018, p. 58).
La noción de poeta que Vaz y muchos otros poetas de los saraus de la
periferia manejan está asociada directamente a la de persona, entendida
en el sentido que prósopon (πρóσωπον), término griego que conserva un
significado ligado a lo que está detrás de la máscara. Mientras que la
persona entendida en el sentido de máscara sugiere la imposibilidad de
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
40
fijar una noción de intimidad, la idea de prósopon (πρóσωπον), por el
contrario, remite directamente a ella. “Se entiende por la palabra
πρóσωπον al individuo en su naturaleza desnuda, arrancada de toda
máscara, conservándose, por contraposición, el sentido del artificio: el
sentido de lo que es la intimidad de esa persona y el sentido de lo que es
personaje” (Mauss 2003, p. 390). Es sobre esos elementos personales, es
decir la información previa que el individuo posee, que se entiende la
idea de poeta de un sarau en la periferia y la propia presencia de sus
frecuentadores (como se les llama a quienes participan).
En el caso del sarau, el fortalecimiento de la estima por sí mismo de cada
participante empieza por la adquisición de un papel específico que cada
uno alcanza en ese encuentro literario. Es decir que el sarau no
solamente es un espacio para declamar poemas, sino que consiste en
una pauta de acción preestablecida en la que muchos de los asistentes
logran un rol determinado a partir de su propio lenguaje expresivo tanto
corporal, como de estilo y de aspecto.
La periferia, así, es considerada no como una dificultad, sino como un
valor positivo, colmado de orgullo. El sentimiento de “orgullo” se traduce
en experiencias y saberes que solo quien vivió y creció en esos territorios
puede conocer y poseer. Consiste en algo así como un sello de
pertenencia que no es reproducible por cualquiera y que impone una
autoridad diferenciada a quien lo posee. Vale aclarar que esta
característica no es una consecuencia del estigma, una respuesta
defensiva al sufrimiento, sino que tiene una existencia separada y vital,
aunque desprovista de medios que la legitimen y valoricen. Y el sarau es
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
41
el espacio donde es posible exhibirlo a través de saberes corporales y del
habla, que los vuelven bienes de naturaleza simbólica.
Es así que la historia de vida de los participantes asiduos de los saraus se
capitaliza en dicho espacio, incluso el propio barrio de residencia deja de
causar inseguridad sobre una gran variedad de interacciones sociales
(Goffman 2010, p. 27), se valoriza y se vuelve un capital de naturaleza
simbólica, poblando los poemas de referencias al día a día de vivir en las
favelas. Aunque el barrio no solamente funciona como leiv-motiv literario.
De acuerdo con los testimonios de muchos frecuentadores, mientras que
antes no se animaban a decir dónde vivían, a partir de su presencia en
los saraus se sienten orgullosos de decir “vivo cerca de tal sarau”. Estos
espacios funcionan, en este sentido, como un artefacto cultural
influyente en la potencialidad de una vida en la periferia. La historia de
vida de los participantes adquiere en ese contexto un perfil cultural y los
elementos que antes eran estigmas se vuelven recursos simbólicos
positivamente sancionados. En otras palabras, la cotidianeidad rutinaria
e invisible adquiere el tono de una biografía, es decir que se temporaliza
y se vuelve un suceso en un proceso que es posible entender también
como pasaje de la afección al afecto.
Es en sintonía con esa concepción de la literatura que se puede entender
una de las frases más repetidas dentro de esos espacios: “la literatura
me salvó la vida”. Y es en ese sentido que se puede entender, también,
mucho de la producción producida por los y las poetas de los saraus,
como la del propio Sérgio Vaz, el organizador del primer y más conocido
Sarau, Cooperifa. Como señalé en mi artículo “Sérgio Vaz: una literatura
breve para ser feliz” (2017), una de las características que más llama la
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
42
atención de la producción de este escritor tiene que ver con la
potencialidad de sus textos de trasladarse del libro a otros soportes
(postales, imanes, grafitis, tatuajes, remeras), dado que son textos con
frases cortas y con juegos de palabras que facilitan su memorización y su
reproducción, de ahí que frecuentemente se declamen en el sarau de
memoria. Todos ellos parecen formados por aforismos en los que se
transmiten mensajes de diferente índole, la mayoría de los cuales apunta
a las posibilidades que una vida pobre puede ofrecer, en sintonía con el
discurso religioso tan presente en las periferias de Brasil, en tanto
muestran el camino a estados universales que parecen negados a
aquellos que carecen de bienes materiales. Dice, por ejemplo, el texto
“Felicidade”:
Ama tu oficio como una religión, respeta tus convicciones y
practícalas de verdad, incluso cuando nadie te está viendo. Los
milagros suceden cuando vamos a la lucha. Practica deportes con
actitud en la mirada, besos en la boca, poemas en los oídos de los
otros, andar agarrado de las manos a la persona amada, respirar el
espacio ajeno, abrazar los sueños imposibles y los elogios a la
distancia (…) Tener cosas es tan importante como no tenerlas, pero
tienes que decidir (…) Si es posible, aprecie las cosas simples de la
vida, no vaya a ser que en el futuro…A-dios, pertenezcas. (Vaz 2011,
p. 17-18)
Como se puede percibir, este poema no es precisamente breve, pero la
inexistencia de una secuencia gica entre cada una de las oraciones las
vuelve potencialmente separables (se han reproducido, de hecho,
separadamente en imanes entregados en eventos especiales durante el
2011 en la Muestra Cultural de Cooperifa). Todas ellas presentan además
una característica común: en un doble juego de liberación y
conformismo, estas frases y los textos de Vaz en general insisten en el
potencial de una vida simple pero al mismo tiempo ambiciosa. Todas las
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
43
personas tienen la capacidad de luchar por sus “convicciones” o
“sueños” y en este sentido la propuesta de Vaz se entronca con una
tradición liberal de pensamiento que tiene que ver con la capacidad de
las personas de mantenerse a mismas. Se trataría, así, de un tipo de
texto que se entronca dentro de lo que el investigador norteamericano
Paul Lichterman denomina “thin culture”, definido por un conjunto de
fenómenos culturales con vocación moralizadora que se vuelven
artefactos apropiables de manera fragmentaria en situaciones muy
cotidianas, sin que guíe ningún compromiso ni convicción y sin producir
una identidad específica (1992, p. 426).
Vale la pena destacar que los lectores de los saraus no necesariamente
adoptan poéticas que se adaptan a su propia experiencia de manera
encasillada, esto es, no es que un poeta barrial se ve afectado solo por
textos que hablen de su día a día en las favelas. Porque lo que sucede en
los saraus no es encerrar a los lectores/oyentes/poetas en casilleros, sino
ofrecerles un abanico de posibilidades para que monten el sentido de su
vida. Un ejemplo en este sentido es una afirmación de Binho, el creador
y maestro de ceremonias del Sarau que lleva su nombre, quien suele
decir que su mayor libro de autoayuda es Grande Sertão Veredas.
Y es muy interesante esa afirmación, porque uno puede hacer una lectura
“fisurada” (Richard 2009) de las lecturas establecidas de este texto ya
canonizado, sacudiendo su estructura fija. Lo cierto es que si uno se
acerca al Grande Sertão Veredas a la luz de la afirmación de Binho, uno
comienza a ver cómo este libro condensa efectivamente una gran
cantidad de aforismos que forman parte de la cultura popular y que, en
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
44
tanto y en cuanto aforismos, se vuelven artefactos apropiables,
retomando el concepto de “thin culture” de Lichterman.
Traigo aquí una selección de esas frases y una selección de sus
apropiaciones fuera del formato libro:
“Sertão: é dentro da gente”, frase que se replicó, por ejemplo, en carteles
o tazas:
“Natureza da gente não cabe em nenhuma certeza”, cita que se ha
reproducido en grabados de venta libre:
“Quem muito se evita, se convive”, frase que se transformó en una frase
de campaña del PSOL bajo el hashtag #QuemMuitoSeEvitaSeConvive
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
45
“Qualquer amor já é um pouquinho de saúde, um descanso na loucura”,
frase apropiada por el músico Lenine en la canción “Amor é pra quem
ama” del disco Chão:
“Viver é muito perigoso”, palabras que se estamparon en remeras:
“Fui fogo depois de ser cinza”, reapropiada en el título de una película
del 2023 dirigida por Eduardo Wannmacher.
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
46
“O amor? pássaro que põe ovos de ferro”, replicado por la página
“Poetris. Citações para todas as ocasiões”:
“Tudo o que é bonito, é absurdo”, fragmento destacado en un subrayado
compartido en las redes sociales:
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
47
Me interesa volver sobre esta última imagen y que quienes están leyendo
estas líneas se reconozcan en ella. Que nos reconozcamos en esos
momentos en los que subrayamos un texto porque nos provocó algo, en
esos momentos en donde nuestra relación con la literatura sobrepasa las
barreras duras del siempre leer de manera instrumental o formalista,
muy alejada de nuestras vidas. Esos momentos en los que, haciendo eco
de las palabras de Michèle Petit, “nos dejamos llevar por un texto en lugar
de siempre querer controlarlo” (Petit, p. 66-67).
¿Quién de quienes están leyendo este artículo no ha subrayado un libro
con cierto miedo de ser descubiertos o descubiertas? ¿quién no copió
alguna frase en un cuaderno personal enterrado en la mesita de luz?
¿Quién no tuvo esos “guilty pleasures”, como los define el crítico literario
Timothy Aubry?
Resuena aquí una escena de la novela Triste Fim de Policarpo Quaresma,
de Lima Barreto, publicada en 1915. Allí, Armando Borges, uno de los
personajes principales, un abogado burgués de Rio de Janeiro, también
guardaba el secreto en relación con sus afinidades literarias:
La sala del frente al alto sótano había sido transformada en
biblioteca. Las paredes estaban forradas de estantes que
gemían bajo el peso de los grandes tratados. Por la noche
[Armando Borges] abría las ventanas de persianas, encendía
todos los picos de gas y se sentaba a la mesa, todo de blanco,
con un libro abierto bajo los ojos. El sueño no tardaba en llegar
hacia la quinta página…¡Era el infierno! Se le ocurrió buscar los
libros que leía su mujer: novelas francesas, Goncourt, Anatole
France, Daudet, Maupassant, que lo hacían dormir igual que
los tratados. No veía el valor ni el interés de esos análisis y
descripciones pretendidamente agudos que le exhibían a la
sociedad la vida, los sentimientos y los dolores de esos
personajes, ¡un mundo! Su pedantería, su falta de ciencia y la
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
48
pobreza de su instrucción general le hacían ver en todo aquello
solo juego, pasatiempos, charlatanerías. Y además esos libros
le daban sueño. Sin embargo, el médico necesitaba de
ilusiones, igual que su mujer. Su escritorio daba a la calle ¿y si
lo descubrían durmiendo sobre los libros?... Trató de encargar
algunas novelas de Paul de Kock, con el título oculto en falsas
tapas, e intentó despabilarse. (2012, p. 197)
Armando Borges, a pesar de la escenografía ligada a una trayectoria
letrada (un escritorio, una gran biblioteca, su vestimenta), no podía
soportar aquellas lecturas obligadas de su profesión, así como tampoco
podía soportar aquellas que su esposa hacía, todas ligadas al
naturalismo, es decir, direccionadas a la crítica social. La única lectura que
lograba sostener era la del best seller de la época, Paul de Kock, un
novelista aclamado por el público ligado a las camadas más populares,
pero desprestigiado por la crítica que decía que este escritor escribía
inmoralidades.
Son esos libros que escondemos, o esos subrayados marginales, o esas
frases copiadas, las que sacan a la literatura del lugar del preciosismo y
la ponen al nivel de la vida compartida, y nos sostienen, nos hacen
suspirar, nos hacen llorar. La literatura se vuelve, así, un lugar donde, en
definitiva, elaboramos nuestra subjetividad. Y con esto no quiero
referirme a la cuestión identitaria, sino específicamente de conformación
de una subjetividad entendida en tanto prósopon (πρóσωπον). Es que, tal
y como insiste en afirmar Michèle Petit, “la lectura ayuda a las personas
a construirse, a descubrirse, a hacerse un poco más autoras de sus vidas,
sujetos de su destino” (p. 31) y esto no solamente sucede en contextos
desfavorecidos, los y las profesionales de la literatura también leemos de
esa manera.
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
49
En definitiva, como da a entender la antropóloga francesa recién citada,
absolutamente todos y todas somos lectores de libros de autoayuda. Y
nos manejamos con las frases de la misma manera que esas remeras,
esos carteles, esas tazas, esos posteos.
Ante esta incomodidad, surge, quizás, la pregunta de si persiste, aún así,
una diferencia en los modos de leer de los espacios periféricos dedicados
a la literatura y los nuestros, los académicos, en tanto y en cuanto la
primera se sostiene de manera pública y mientras que nuestras prácticas
se reducen a la intimidad. Puede ser, pero quisiera proponer otro
ejercicio para responder a esta pregunta.
¿Quién no estuvo en algún momento de su vida en un callejón sin salida
emocional y vino un amigo o amiga y nos dijo “leéte éste”? Así se llamó,
de hecho, la conferencia de apertura que ofreció el dramaturgo Mauricio
Kartun en el marco del 18.° Congreso Internacional de Promoción de la
Lectura y el Libro en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en
mayo de 2016:
Me ha llamado mucho la atención esto de mirar para atrás y notar
cómo mi vida cambió a partir de la presencia de ciertos libros [...] y
fui descubriendo en la vida esta capacidad de ciertas personas
de regalarte un libro atenta a tu deseos y en la observación de
qué es lo que podés necesitar. Es una ceremonia casi
milagrosa.
En ese encuentro descripto por Kartún, en esos momentos que funcionan
más que un abrazo, no solo se pone en juego el deseo de uno, sino el
cruce de deseos de esa búsqueda a la manera de un ritual afectivo. Es en
esos tiempos liminares cuando, incluso en ambientes letradocéntricos,
como en este caso, se da algo de lo interpersonal de la misma forma que
en los saraus, donde esos momentos son compartidos.
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
50
Y, si la recomendación de aquel amigo o amiga fue precisa, entonces es
cuando nosotros, lectores y lectoras, nos tomamos toda la libertad de
leer como si ese texto nos estuviera especialmente dirigido y creamos
todos los equívocos que ningún profesional de las Letras se atrevería a
confesar, sacando frases de contexto, estableciendo una complicidad con
ese libro al punto tal de que sentimos que nos habla, forzándolo de tal
manera que, si estuviéramos en el siglo XVI, en el mismo momento que
el molinero Menocchio mencionado en El queso y los gusanos de Carlo
Ginzburg, también terminaríamos en la horca.
Es interesante pensar que en estos desplazamientos muchas veces se
pierde el propio referente. Esto se ve muy especialmente con lo que
sucede en las redes, cuando se replican algunas citas, casi siempre de
autores canonizados cuyos nombres son, muchísimas veces,
significantes vacíos de frases cuya autoría no les corresponde.
En este sentido, cabe recordar aqla anécdota con el texto “Quase”, que
apareció en 2005 bajo la firma del autor brasileño contemporáneo Luís
Fernando Veríssimo. Con un tono optimista y animado, este texto
empezó a circular por las redes de forma viral, al punto tal de que fue
traducido e incluido en una antología de escritores brasileños en Francia.
Al poco tiempo, el autor en cuestión hizo su descargo en su columna del
periódico Zero Hora de la siguiente manera:
El texto que le encantó a las señoras se llamaba ‘Quase’ y es, de
verdad, muy bueno. Vengo siendo elogiadísimo por “Quase”. Las
personas me agradecen por haber escrito “Quase”. Algumas dicen
que “Quase” les cambió sus vidas. Un grupo de estudiantes me invi
a ser su patrono y en la última página de su cuadernillo de
graduados, como un homenaje dirigido hacia mí, allí estaba, enterito,
“Quase”. No tuve coraje de desilusionar a esas criaturas. En internet,
todo se vuelve verdad hasta que se prueba lo contrario y como en
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
51
internet probar lo contrario es imposible, ¿q podemos hacer?
(Verissimo 2005)
Este juego de atribuciones no deja de ser parte del propio juego literario
ligado a la romantización de los autores e ipso facto, la reclusión de la idea
de literatura a unos pocos. Aunque, visto desde la perspectiva de “Pierre
Menard, autor del Quijote”, de Borges (1974), es también una forma
(irónica) de enriquecer esa auratización: “Menard (acaso sin quererlo) ha
enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario
de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones
erróneas” (p. 450).
Me importa retomar aq la distinción que la crítica literaria
franco/argentina Annick Louis rescata del filósofo francés Jean Marie
Schaeffer entre “lectura común” e “interpretación profunda”, que es una
de las formas de lectura académica. Ésta última no designa un sentido,
sino la elaboración de una representación de un texto ya comprendido,
mientras que la primera implica que el texto funciona como médium que
da acceso a otras evocaciones. Pero quisiera retomar esta distinción a la
luz de lo que fui desarrollando a lo largo de este artículo poniendo en
evidencia que esa división no es tal, siendo que incluso los lectores y
lectoras especializados nos vemos atravesados y atravesadas por este
componente mágico, ritualístico, liminal que acarrea la palabra médium.
Nuestras lecturas están, también, atravesadas por algo del orden del
deseo y de lo liminal y repensar esto resulta, en definitiva, en un
cuestionamiento de nuestro rol como críticos y críticas que, muchas
veces, como sucedió en aquel bar Platón en el año 2000 con la lectora de
Paulo Coelho, resulta excluyente ¿Cómo incluir en nuestros derroteros
críticos esos tiempos fuera del tiempo, donde escuchamos un poema en
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
52
un sarau y nuestro cuerpo se levanta, esos momentos en los que nos
juntamos con un grupo de amigos y amigas para hablar de nuestras
preocupaciones y nos recomiendan un libro que nos acompañará
durante esa etapa, esos momentos en los que nos enamoramos y solo
queremos evocar a nuestra persona amada, esos momentos en los que
sentimos bronca y nos ponemos a leer algo que nos convierta ese
sentimiento en resistencia? En estos tiempos tan aciagos, donde incluso
la profesión de los estudiosos y estudiosas de la literatura está puesta en
duda, resulta urgente repensar que, cuanto más difícil es el contexto,
cuanto más violento es nuestro día a día, más necesitamos hablar desde
espacios de respiro, de deseo, de afectos y de esperanza y más
necesitamos repensar nuestro rol de profesionales de la literatura en
comunidad.
Referencias bibliográficas
Aubry, T. Risking Embarrassment. A conversation with Timothy Aubry.
Disponible en: https://thepointmag.com/dialogue/risking-
embarrassment/
Barreto, L. (2012). Triste fin de Policarpo Quaresma, Buenos Aires: Mar
Dulce.
Borges, J. L. (1974). Pierre Menard, autor del Quijote. En: Obras completas,
Buenos Aires: Emecé.
Goffman, E. (2010). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires:
Amorrortu.
Kartun, M. (2016). Leéte este. Conferencia en el marco del 18.° Congreso
Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro en la Feria
Internacional del Libro de Buenos Aires, en mayo de 2016. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=nTgaMg85YS8
Louis, A. (2021). Sin objeto. Por una epistemología de la disciplina literaria.
Buenos Aires: Colihue.
Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
53
Lichterman, P. (1992). Self-help reading as a thin culture. Media Culture
Society, n. 14, pp. 421-447.
Mauss, M. (2003). A persona. En: Sociologia e antropologia. San Pablo:
Cosac & Naify, 2003, 385-389.
Petit, M. (2001). Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México DF:
FCE.
Tennina, L. (2018). ¡Cuidado con los poetas! Literatura y periferia en la ciudad
de São Paulo. Rosario: Beatriz Viterbo.
---- (2017). Sérgio Vaz, uma literatura breve para ser feliz. Terra roxa e
outras terras. Revista de estudos literários. Universidade Estadual de
Londrina - Centro de Letras e Ciências Humanas. Programa de Pós-
graduação em Letras, Londrina, vol. 34, pp. 80 - 94
Vaz, S. (2011). Literatura, pão e poesia. São Paulo: Global.
Veríssimo, L. F. (2005). Presque. Zero Hora. Disponible en:
https://www.observatoriodaimprensa.com.br/armazem-
literario/misterio-resolvido/