Revista Luthor, nro. 60 (junio 2025) ISSN: 18573-3272
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Entre el barro y la academia
Entrevista a Natalí Incaminato (alias “La Inca”)
Natalí Incaminato, Grupo Luthor
Natalí Incaminato (@LaInca_) es profesora de Letras en la Universidad Nacional de la
Plata, en donde hizo su doctorado sobre la recepción de la teoría francesa en la
Argentina. Conduce junto a Danila Suárez Tomé y Agostina Mileo el streaming “Noticias
de ayer” en el canal de YouTube @Posdata_ar y realiza columnas sobre temas varios en
medios como El Destape o Futurock. Es autora del libro Peronismo para la juventud y
usuaria intensa de twitter (o “X”).
Esta entrevista fue realizada por Mariano Vilar (MV), pero las preguntas fueron
pensadas grupalmente por los editores de Luthor.
* * *
Trayectorias marginales
MV: En la mayoría de los casos, la forma en la que una persona
proveniente del ámbito de las Letras llega a tener alguna visibilidad
por fuera de ese nicho es mediante cierto reconocimiento literario.
Es el caso, por ejemplo, de Martín Kohan, o Gabriela Cabezón Cámara,
entre muchos otros. Casos más excepcionales son como los de
Beatriz Sarlo, que saltó de la crítica al ámbito de los medios masivos.
Tu caso es distinto. ¿Cómo fue ese trayecto?
En primer lugar tengo que señalar mi marginalidad en comparación con
figuras como las que mencionás. Me parece que mi entrada fue al revés.
A partir de la política llegué a hacer algún tipo de “divulgación” de la
teoría y de algunas cosas de literatura. Agarré la etapa en la que Sarlo ya
no hablaba casi de literatura para hablar de política, y me tocó ese
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momento dorado en el que discutía con Horacio González, o las
discusiones alrededor de la revista PLANTA. A no me interesó
participar de esas discusiones concretamente, pero en rminos
aspiracionales, estaba eso. Y esto es muy generacional: para nunca
fue primero el libro, fueron primero las redes sociales, twitter, y opinar a
través de esos medios en un momento de politización muy alta. Yo ya era
graduada de Letras y ya aparecía ahí un tipo de escritura, de estilo. En
ese periodo, las redes sociales no eran como las vemos ahora, en donde
todos son “creadores de contenido” y todo se puede monetizar. El asunto
era mucho más experimental. Creo que fue el momento bisagra en
donde estaba toda esa cosa que también aprovecharon muchos críticos
como Daniel Link, Josefina Ludmer, ese momento caracterizado desde la
“post-autonomía”.
Yo entré un poco después de eso, cuando ya que un crítico escribiera un
blog no era revolucionario. Consumía blogs, pero cuando empecé a
escribir más en twitter y a escribir algunas notas en medios, eso ya estaba
medio apagado. Entonces entro en ese momento donde todavía Twitter
era experimental, y estuve muchos años haciendo eso, escribiendo
tweets y alguna notita, algún artículo corto, pero siempre más vinculada
con la política. Y después llegó el libro (Peronismo para la juventud),
gracias a Juan José Becerra que me leía en twitter y creyó que ese estilo
valía la pena, o las columnas radiales, en donde ya podía escribir ensayos
y algún tipo de “divulgación”. Esto empezó a surgir en 2015 y justo en
ese momento empiezo el doctorado, a estudiar a los teóricos franceses,
un poco de filosofía y todo eso me servía para intervenir pero para hacer
algo muy diferente. Creo que lo mío es muy cualquierístico. Pero en base
a ese caos quise construir una figuración de autor (como hacemos los de
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letras). Nunca lo es del todo porque realmente hay algo muy inorgánico
y muy de tirar con lo que hay, todo muy bricoleur. Es también parte de las
condiciones en las que yo produzco, porque me parece que hay menos
lugar para que algo más experimental surja. Me parece que el camino de
legitimarte a partir de ser un autor consagrado primero, y después ir a
las redes y tener esa circulación es también un pasaje que ya no es muy
común. Me cuesta pensar en nuevas generaciones que lo sigan, ahora el
recorrido es más bien al revés.
Nuestra generación está más vinculada con ese barro digital que es difícil
abandonar (aunque haya gente que lo abandonó). Hay todavía crítica en
medios gráficos, pero son pocos los que quedan asociados con esa
actividad. Al menos eso me parece a mí, aunque quizás es porque
termino conociendo solo a los que están en twitter y ese es un problema.
También es cierto que no tengo una relación tan cercana con la literatura
contemporánea. Voy muy a la teoría y a la política, y a veces termino
leyendo más textos sociológicos que literarios. Me pregunto si es un
problema. Me alejé un poco de la literatura y a veces vuelvo sobre ella
desde un lugar raro o inadvertido.
Pero mi caso (aunque que esto es muy figuración de autor, muy
fantasmática y delirante, pero bueno, de eso estamos hablando) es muy
marginal, muy de los márgenes, porque no estoy cerca del “campo” de
la literatura. No hablo específicamente de literatura, tampoco estoy del
todo en un campo político, porque estoy alrededor. De todas formas, las
cosas que hago están absolutamente marcadas por la literatura, porque
es el modo en el que yo leo. Eso es bien sarleano.
Leer la política desde la formación en Letras
MAV: Sarlo siempre reivindicó la idea de que su formación en crítica
literaria le dio una mirada propia sobre la política y la sociedad. En
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tu caso, ¿cómo pensás que se realiza esa interacción entre tu
formación y lo que escribís sobre política?
A nivel “preteórico” creo que es más que nada un modo de leer detenido,
si lo queremos enunciar en una categoría, close-reading. Una búsqueda
de leer entonaciones, tropos y no solo contenidos. Concentrarse en la
“forma”. También es un modo de comprender la recepción de esos
discursos y de su circulación en toda su complejidad, algo que en Letras
estudiamos mucho. Está toda la pata semiológica también, como hace
Barthes en Mitologías.
Y después, las categorías que vienen desde lo teórico. La UNLP tiene una
orientación bastante sociocultural y sociohistórica. Mucho Raymond
Williams, que lo podés usar para casi todo (aunque como en todo hay
buenos y malos usos). Además, yo para mi tesis trabajé con autores
franceses como Foucault o Badiou que siempre pensaron lo político,
incluso más que lo literario muchas veces. Sarlo nunca abandona la
literatura pero Foucault en su momento decidió que eso no le interesaba
tanto.
Entonces, desde lo que estudiamos hay un modo de leer y un modo de
abordar los discursos, ese arsenal teórico-crítico que te permite no
solamente utilizar categorías de la teoría, sino también un modo de
abordar los problemas, y un modo también de pensar la retórica.
MV: Volviendo a Twitter, sos célebre como twittera con un estilo
propio y elaborado. ¿Lo pensás en relación con un estilo “literario”?
Sí, es un “mal” estilo literario, pero es un estilo que claramente tiene los
barroquismos de un Lamborghini, alguna hipálage de Borges, etc. Abuso
también de la mezcla de lo plebeyo con algunas palabras alambicadas o
determinado uso de la sintaxis. Son experimentos que muchas veces
están en línea con la literatura, porque estoy tomando de manera
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deliberada determinados estilos o tópicos. Estoy tratando de hacer algo
a partir del uso de palabras que solamente ves en los diccionarios o en la
literatura. Yo creo que en un momento fui muy autoconsciente de eso y
de que era muy parodiable. Por eso también empecé a buscar otros
estilos y ya tengo como tres diferentes. Algunos más barrocos, otros
menos.
Me parece interesante la cuestión del estilo y en el análisis político no lo
ves mucho. O ves que utilizan una retórica muy Carlos Pagni, son todos
Salieris de él. Alguno por ahí imita Asís, pero se animan menos. Me parece
que al análisis político le hacen falta plumas, gente que tenga un estilo
bien reconocible que no está queriendo copiar a alguien. Un caso donde
se ve un estilo muy propio es el de Martín Rodríguez, por ejemplo.
Me parece que se pierde algo cuando el análisis político es cada vez más
una búsqueda de “pegarla”, de tener una posta o una información que
nadie más tiene. El estilo es algo menor. Se pierde ese plus del analista
político. Mientras parezca que algo está bien escrito, que produce el
efecto superficial de estar bien escrito, alcanza. Pero eso no es la buena
escritura para nosotros, los de Letras, la buena” escritura implica la
creación de un estilo. No te digo que vas a hacer “tartamudear la lengua”
para hablar de las elecciones de la Provincia de Buenos Aires o “crear una
lengua extranjera” dentro de la lengua propia, pero alguna cosa.
Otra clave que viene de Letras es tomar en cuenta seriamente el valor de
las ficciones y los relatos. Yo lo pienso mucho ahora con Santiago Caputo,
pero fue un tema de discusión con Alberto Fernández. Mucha gente en
ese momento había entrado en la dinámica de criticar el uso de las
narraciones y los relatos. Es posible que hubiera “malos usos” de la idea
de la creación de una narrativa, pero realmente yo creo que esa
acusación al kirchnerismo envejeció mal: deslegitimar el control de la
narrativa, la ficción y los mitos, y eso es algo que en Letras es lo primero
que aprendes. Hasta Jorge Panesi escribe un libro llamado La seducción
de los relatos en el que habla de estas cuestiones. Por todo esto, volviendo
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al presente, a no me resulta muy difícil entender qué está haciendo
Santiago Caputo. Y no lo digo desde el “Ah, yo la veo”, sino que hay un
modo de pensar la política y la persuasión que es muy de nuestro campo.
Estamos en la época más batallaculturalista que yo recuerde, y esto es a
nivel global. La idea de “hay que dejarse de joder, basta de relato y de
batalla cultural y pongámonos a controlar la economía”… bueno, nos
quedamos sin ninguna de las dos cosas.
Batalla cultural
MV: Ya vamos un año y medio de la presidencia de Javier Milei y la
batalla cultural es una de sus manifestaciones más citadas, al menos
en los ámbitos “intelectuales”. Pasado este tiempo, ¿pensás que hay
alguna estrategia o táctica superadora para dar esa batalla?
Justamente como tengo esta práctica bricoleur en la que voy tirando con
lo que hay, hice de todo, entonces no puedo decir: bueno, tal enfoque es
mejor. Yo ridiculicé, respondí con las mismas armas en Twitter, hice
análisis más conceptuales y comprensivos en otros espacios que dan
para ese desarrollo. Me puse a leer El camino del libertario de Milei y a
refutarlo cuando casi todo el mundo se estaba riendo del fenómeno, con
razones por supuesto. creo que hay tópicos o problemas más
“efectivos” que otros. A mí, por ejemplo, el tópico de la erosión de la
democracia me interesa… pero no si es tan efectivo en términos de
persuasión. Por ahí es mi sesgo “populista” y peronista. Pero no por eso
dejo de darme cuenta que es un peligro concreto y que el recorte de
libertades es alarmante, y siendo mujer y feminista una sabe que se va a
ver directamente afectada.
Pienso que hay algo clave: no estar en una suerte de defensiva constante
y tratar de renovar lo más posible de tus ideas, lo que está muy bien. Yo
me resistía a eso, porque primero uno quiere persistir en el ser, y además
porque realmente la idea de “renovación” de tus ideas que están en
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retirada me parece que puede convertirse en una defección. Si la idea es
renovar para que seamos todos libertarios o para abandonar el
feminismo porque es piantavotos, a eso me voy a resistir. Pero eso no
quita que no vea un problema en que nos convirtamos en un cenáculo
en el que somos tres personas en una letanía repitiéndonos lo mismo
entre nosotros y sin poder entender por qué el relato de Milei genera
adhesión en la sociedad. Esto no es muy distinto de lo que dice Cristina,
pero el problema es pasar del diagnóstico (por ejemplo “el Estado
funciona mal, necesitamos un Estado eficiente”) a propuestas más
concretas, porque ahí nadie tiene la solución mágica.
Otra cosa que me parece que funciona es no entrar en el bait y mostrar
el procedimiento, algo bien de los formalistas. Si uno puede mostrar el
procedimiento con el que baitean, les mojás la pólvora. Me parece que
eso es importante, porque si no pasa lo que pasó hasta ahora: todos nos
quejamos, pero estamos formando parte del mecanismo y de la
operatoria, participamos de un show, del espectáculo diario de Milei. Al
mismo tiempo, es casi inevitable, porque tampoco podés hacer como que
no existe.
MV: Últimamente he visto bastantes personas de nuestro campo
diciendo que la respuesta a la batalla cultural es hablar de los precios
en los supermercados y de la inflación en dólares. Es decir, que no
hay que meterse en la batalla cultural. No dejo de preguntarme, por
otro lado, si es una respuesta razonable. Somos humanistas,
estudiamos la ideología. ¿Eso no nos obliga en algún punto a buscar
tener un rol significativo en esa batalla?
Yo creo que ahí hay que buscar un equilibrio y elegir las batallas
(culturales). Lo que pasó en la marcha antifascista del primero de febrero
está bien. ¿Es lamentable que haya pasado eso con esa marcha y no con
la de la CGT? Todo lo que quieras, pero también a veces uno tiene que
lidiar con lo que hay y lo que tenés hoy es que las grandes insurrecciones
son muy identitarias y no tienen que ver con los sindicatos. Bueno, ese es
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un problema que tenemos ahora. No podés estar todo el tiempo
peleándote con las energías sociales de las que disponés. En todo caso
las tenés que aprovechar y reconducirlas.
MV: Se da mucho esta discusión con los que defienden un peronismo
conservador, como los morenistas. Yo a veces puedo creer que tienen
algo de razón, pero no veo que puedan encarnar un sujeto social real.
Tienen esa idea de “me gustaría que la gente que está con Milei esté
conmigo y no que estén estos desviados y feministas”. Bueno, pero lo
que te tocó es esto, digamos. Si querés ir por otro lado, vas a perder como
estamos viendo que pasa, porque la agenda conservadora ya tiene un
dueño. No hay lugar para las terceras vías. Para, por ejemplo,
conservadurismo cultural pero con nacionalismo económico al estilo
peronista. No parece haber mucha posibilidad de que eso triunfe. La
propia Cristina por momentos parece buscar ese lugar, pero no lo veo
muy probable.
Yo soy feminista y no tengo una mirada conservadoraen términos
culturales, pero si esa posibilidad fuera real políticamente, estaría
dispuesta a bancármela, diría “es lo que tocó, con tal de terminar con ese
programa económico”, pero no lo veo viable. Más allá de eso, lo difícil es
que los libertarios tienen muchas diferencias internas pero hacen fuerza
para el mismo lugar, y nosotros padecemos una lógica depuradora que
todo el tiempo señala al otro porque su presencia “resta”.
MV: En el ámbito de la discusión política, quizás por deformación
profesional, los que tenemos un trasfondo académico somos de
discutir sobre cosas en términos conceptuales y de buscar
diferenciarnos porque, por ejemplo, uno usa la palabra “fascismo”
para hablar de Milei y otro considera que no es apropiada. ¿Será que
la formación en humanidades nos vuelve siempre menos orgánicos,
menos funcionales?
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Creo que sí. En mi caso, estoy entre dos lealtades, porque por un lado
tengo el “es más complejo” en la punta de la lengua. Hago muchos textos
y columnas desde ese espíritu, pero por el otro lado también comprendo
que la política no es estar todo el tiempo discutiendo si es una pipa o no
es una pipa. Las palabras también tienen una fuerza de significación y no
significan lo que los estudiantes de Humanidades o los egresados de
Humanidades podemos desarrollar. Y eso los libertarios lo saben muy
bien: los libertarios se la pasan usando las palabras en formas
impropias, porque las utilizan como herramientas y como armas en un
combate de disputa de sentidos y de control de la narrativa. Entonces, si
nosotros a eso le respondemos con una serie de ponencias en un
congreso constante, etimológico o intelectual, hay un problema. Estamos
siendo buenos intelectuales, pero no si estamos siendo buenos
contendientes políticos. No estoy planteando una posición
antiintelectualista para nada, pero me parece que hay que entender
esas dos esferas diferentes, con distintas lógicas.
Nacionalismos
MV: Se puso muy de moda estos últimos años, al menos en ciertos
ambientes (y en Twitter) la discusión sobre el nacionalismo vs. el
globalismo. Yo no tengo el registro de que eso fuera un tema de
discusión tan fuerte cuando yo era estudiante o cuando salía
PLANTA. ¿Vos te sentís interpelada por esa contraposición?
Me parece que había mucho nacionalismo en “la década ganada”,
porque había un proyecto cultural muy delimitado y consciente, con
mucha discusión historiográfica (el revisionismo) en una tónica que
apuntaba al robustecimiento de la tradición nacional. Lo que pasa ahora
se da a nivel internacional, con la crisis de la globalización y el regreso de
los nacionalismos, y que tiene mucho que ver con el ascenso de las
ultraderechas. Hay como una suerte de sobreimpresión de lógicas, un
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ascenso de los nacionalismos a nivel global que pone en juego discursos
en alza. Discursos, por ejemplo, eugenésicos, discursos sobre un
“nosotros” nacional en un sentido reaccionario, como un volk que
comparte características culturales pero también biológicas, genéticas. Y
eso coexiste con un nacionalismo diferente, que acentúa la soberanía y
la protección de los recursos naturales, un nacionalismo más de corte
peronista.
MV: Además, está la discusión muy del presente de que el
progresismo (o el “wokismo”) es esencialmente globalista (la
“Agenda 2030”, etc.) y por lo tanto un lastre del que habría que
liberarse. La discusión no es solo sobre la revista Anfibia sino también
sobre la bibliografía que leemos para pensar la realidad.
Es cierto que las Humanidades y la teoría, o lo que se ha pensado como
“teoría”, pero que en realidad era teoría francesa muchas veces leída a
partir de su recepción en Estados Unidos, ha tenido un gran impacto para
pensar el género y también para pensar lo colonial y lo poscolonial. Es
cierto también que varios críticos denunciaron o cuestionaron estas
influencias. Pienso en Miguel Dalmaroni, que fue mi director, pero
también otros. Hubo efectos globalizadores y un poco complicados con
respecto a la manera en la que se imponen los estudios culturales en
nuestras universidades.
Ahora, el problema es que todo ese trabajo de la teoría tuvo resonancias
en los distintos países, en los movimientos feministas, queer, etcétera,
porque ya existían personas y causas lesbianas, homosexuales,
feministas que incluso tuvieron relaciones complicadas con la
“Academia”, aunque en Argentina, tenemos una “Academia” menos
elitista que en Estados Unidos por la Universidad Pública y por las
trayectorias militantes de muchos involucrados. Pienso que los que más
importaron acá la teoría queer no son personas que son solo
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universitarios. En Argentina las teorías postestructuralistas se usaron de
una manera muy libre, muy irrespetuosa, muy irreverente.
Incluso hubo importaciones en el mismo momento en el que se estaba
configurando la “teoría francesa” en Estados Unidos. Tuvimos
recepciones muy tempranas de Foucault, por ejemplo. Entonces me
parece que acusar al feminismo de “globalista” es un tópico
conspiranoico, porque también es una forma de no delimitar nada y
construir un todo homogéneo que nunca existió. No distingue que hay
un feminismo más popular, un feminismo más académico, un
movimiento queer más liberal, otro menos, sino que todo entra en la
“Agenda 2030”. Las “minorías” excluidas y sus luchas en nuestro país
tienen toda una historia, una tradición bien nacional. Generalizar, como
si fuera una conspiración woke internacional, es copiar el discurso de
Bannon o Dugin, es una forma de querer hablar el mismo lenguaje que
habla la ultraderecha de Estados Unidos, de Rusia, de Europa.
Ese tipo de individuos que hablan de la agenda globalista están siendo
totalmente hablados por una agenda globalista. Es en todo caso una
lucha de dos agendas “globalistas”, una más progre y otra reaccionaria.
En estaúltima no veo un nacionalismo argentino. Veo un nacionalismo
globalizado.
Divulgar, comunicar, comprometerse
MV: Estoy al tanto de que estás dando un seminario en la UNLP sobre
la divulgación de los estudios literarios (ver programa). Es una
pregunta que siempre existió, pero que también en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA está muy vigente, en parte como una
respuesta frente a los discursos que le quitan el valor a lo que
hacemos. ¿Cómo pensaste el seminario?
Fue propuesta del departamento de Letras de la UNLP a cargo de
Margarita Merbilhaá. Surge, especulo, de una inquietud por cómo
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aparece la literatura en la internet contemporánea, con otro tipo de
códigos y de lógicas distintas a las de los especialistas. O sea, no es
solamente que son territorios que avanzan por sobre un saber
especializado y hacen que este saber sea menos legítimo, sino también
que a los especialistas les interesa ir a esos territorios. El modelo de mi
curso es un seminario sobre divulgación de la Historia que había dado el
querido Javier Trimboli.
La idea también es reconocer que hay muchas personas trabajando en
crear contenidos sobre literatura y otras de las cosas que estudiamos. Es
interesante pensar que la Universidad tiene un rol ahí, no porque todos
debamos convertirnos en creadores de contenido, pero podemos
pensar en el diferencial que puede dar la perspectiva especializada al
momento de hacerlo. Entonces, el seminario aborda la comunicación
pública de la literatura a partir de una serie de problemas muy típicos de
nuestra carrera, como el problema del autor, el problema de la relación
entre forma y contenido, el problema del lugar institucional de la
literatura, etc. Aparecen debates sobre la cultura de la cancelación, o
debates que se dan con casos como el de Cometierra de Dolores Reyes o
con los tweets de Ariana Harwicz.
Si lo pensás, casos como esos reclaman que vos te pongas a pensar qué
es un autor, que te hagas las grandes preguntas de la teoría y que tomes
una posición a partir de eso. Y también reclaman una reflexión sobre
nuestro rol como personas que participan de esas discusiones. ¿Cómo
podés hacer una intervención que sea una intervención crítica, o incluso
desde la crítica como arte, en línea con Oscar Wilde o Barthes? ¿Cómo
convertirte en un crítico que produzca un texto, un video, lo que sea, que
sea interesante para plantear un problema sin una respuesta única?
Los que asisten al seminario muchas veces tienen una relación mucho
más fluida con esos fenómenos porque saben lo que es el fanfiction, o
siguen mucho a determinadas figuras o mundillos. La literatura sigue su
vida fuera de la carrera de Letras. Entonces, lo que el seminario quiere
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hacer es problematizar estas dimensiones desde las categorías críticas y
teóricas que conocemos, y también busca dar respuestas a cómo hacer
algo nosotros a partir de determinadas ocurrencias que a me
parecieron virtuosas y otras que no tanto. Eso implica asumir que lo que
hacemos y decimos siempre implica un posicionamiento teórico y ético
sobre la literatura.
Diría que la gran enseñanza de Letras es no reducir la literatura. Es el
único compromiso ético férreo que tenemos.